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José Jiménez Guerrero / Doctor en Historia
Málaga
Viernes, 21 de marzo 2025, 11:45
Uno de los actos que guarda un evidente simbolismo y que se enlaza con una arraigada tradición es el que protagoniza la imagen de Jesús Nazareno del Paso cuando imparte la bendición en la plaza de la Constitución.
En épocas pretéritas, la corporación celebraba en ese espacio urbano la llamada 'ceremonia del Paso', que representaba el encuentro de Jesús con su Madre. En ella intervenían otras imágenes que, según algunas fuentes, se ubicaban junto a las titulares de la archicofradía en su altar del templo dominico. Esta afirmación se basa, por ejemplo, en lo reseñado en la Guía descriptiva histórico-artística de la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad (dedicada a la Real Sociedad Económica de Amigos del País con motivo de su primer centenario) que escribió Manuel Torres y Acevedo y que publicó en 1889 la Tipografía de Poch y Creixel, que tenía sus talleres en la malagueña calle Marqués.
En esta obra, además de las referencias a la Santa Iglesia Catedral Basílica de Santa María de la Encarnación, se enumeran algunas de las imágenes que se hallaban en diferentes templos Málaga.
Con respecto a la iglesia de Santo Domingo se describe que «al entrar en este templo, divisase [sic] por la derecha un buen retablo, y en él a Nuestra Señora de la Soledad, después en una urna un Jesús de la Columna, buen trabajo artístico. Seguidamente encontramos el tan justamente admirado y renombrado Jesús crucificado, que como la alhaja artística de Nuestra Señora de Belén, que está junto al altar mayor, y la de la Soledad, son obras de Mena». Se continúa afirmando que «después se encuentran Jesús de los Pazos [sic], Nuestra Señora de la Esperanza, San Juan y la Verónica, cuyas efigies o esculturas de gran mérito y automáticas, servían para representar actos de la Pasión de Jesús».
La ceremonia del Paso era contemplada por numerosas personas. En ocasiones, al menos así lo revela la prensa decimonónica, no faltaron incidentes durante su desarrollo. En este sentido, por ejemplo, el periódico local El Avisador malagueño, en su número de 20 de abril de 1851, afirmaba que, «tras varios años sin llevarse a cabo, se celebraría la ceremonia del Paso». Asimismo, revelaba la expectación que generaba. De hecho, concretaba que, desde que había amanecido, «la plaza estaba colmada de personas» y que «entre siete y ocho que llegó la procesión, se veían no ocupados, sino cargados con todo el peso humano que podían soportar las fachadas de las casas, los tejados, las puertas […]» y que «por fortuna se celebró el Paso, sin más accidentes notables que algunas reyertas, algunos palos y bofetones, una carrera, media docena de desafíos que se evitaron y millares de pies machucados, de cuerpos magullados, de impropelios [sic] y de maldiciones […]». Incluso, señala el citado rotativo que «la misma procesión sufrió las consecuencias de la muchedumbre que había en la plaza [cifrada entre las 8 y 10.000 personas]». Asimismo, reseñaba que «no faltaron avalanchas humanas que motivaron que algunas personas incluso entraran en alguna de las casas de la plaza, como la de la familia Aguilera».
Posteriormente, este rito dejó de realizarse. Sin embargo, fue el Jueves Santo 28 de marzo de 1929 (aun cuando según el horario establecido se celebrase a las 2 de la madrugada del Viernes Santo) cuando la archicofradía lo recuperó, aunque quedase circunscrito al acto de bendición de la imagen del Nazareno al pueblo de Málaga. Así lo recogió el periódico local La Unión Mercantil en su número de 27 de marzo de 1929: «De solemnísimo puede calificarse el acto religioso que se celebrará el próximo Jueves Santo en su desfile procesional la Real Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza».
En los pasados siglos, cuando en Málaga se celebraba la ceremonia de El Paso en la plaza de las Cuatro Calles, hoy de la Constitución, poseía el titular de dicha hermandad el privilegio, que actualmente sigue disfrutando, de dar su bendición, en el mencionado sitio, al pueblo malagueño que la recibía fervorosamente. Posteriormente, al dejar de celebrarse El Paso, dejó de celebrarse también el acto de la bendición, que la actual junta de gobierno de tan popularísima hermandad ha querido restablecer, en la seguridad que interpreta el sentir religioso de Málaga.
A tal objeto, una numerosa comisión de la citada junta de gobierno visitó, oportunamente, a nuestro ilustrísimo señor obispo, para darle cuenta del acto que se proyectaba, siendo recibida por S. I. con el mayor cariño e indicándole que a fin de dar mayor carácter religioso a tan solemne ceremonia, se designaría un sacerdote que hiciera accionar el brazo de la venerada efigie.
De conformidad con las atinadísimas indicaciones de nuestro virtuoso prelado, el acto se efectuará de la siguiente forma:
«Una vez que la procesión haya llegado a la calle de Larios y cuando el guion se encuentre en la entrada de la calle de Granada, frente a la tribuna, detendrá su marcha la sagrada comitiva, avanzando a paso de procesión el Señor, que vendrá a situarse dando frente a la calle de Larios, a la entrada de la calle de Granada. Primeramente y mediante un toque de atención, los penitentes de ambas secciones y después los cargos hincarán en el suelo la rodilla derecha, inclinando la cabeza. A los acordes de la Marcha Real, que ejecutarán todas las bandas de música, el Santísimo Cristo levantará su brazo derecho y dará solemne bendición al pueblo de Málaga. Como supondrán nuestros lectores, este acontecimiento, saturado del especial fervor que el pueblo malagueño siente por sus veneradas imágenes, resultará imponderable, pues entre el desbordamiento del entusiasmo y cariño con que Málaga acoge siempre el paso de su procesión predilecta: entre la profusión de sentidísimas saetas, que suenan como ninguna porque salen del corazón, el Cristo del Paso, dándole frente a su Santísima Madre la Virgen de la Esperanza, dará su bendición a este pueblo que tanto le venera».
Crónicas de la época resaltaron la solemnidad con la que se llevó a cabo el acto. Asimismo, el periódico La Unión Mercantil resaltó, en su número de 30 de marzo, que «conforme se había anunciado, llegado que hubo el Señor a la plaza de la Constitución, dio frente a la calle Larios y puestos de rodilla los penitentes, mayordomos, fervorosos devotos, que acompañaban la procesión cumpliendo una promesa y a más infinidad de espectadores, contrastando el silencio reverente del público con las notas alegres y entusiastas de la Marcha Real, ejecutada por varias bandas de música, cornetas y tambores que figuraban en la procesión, el Santísimo Cristo elevó su brazo derecho y dio su divina bendición a los miles y miles de espectadores que irrumpieron, después, en vítores y aclamaciones, seguidos de continuos aplausos. Fue, como decimos, un acto extraordinariamente solemne y de grato recuerdo».
De hecho, el año 1929 también resultó de especial trascendencia para la corporación nazarena en lo referente al aumento de su patrimonio procesional.
La revista La Saeta concretaba que la entidad nazarena se hallaba inmersa en la reforma de su capilla, pero que no obstante había realizado un importante esfuerzo económico y que había adquirido para el Señor unas potencias de oro y para la Virgen una artística corona de oro y pedrería de inestimable valor.
Sin embargo, según señala la citada publicación cofrade, «donde han puesto mayor empeño ha sido en la adquisición de un nuevo manto de 9 metros de largo por 6 de ancho, de rico terciopelo bordado constituyendo el precioso dibujo genial concepción de la R. M. Amada de las Adoratrices; no tiene semejanza alguna con el antiguo; su bordado es tan recargado todo en oro fino y tan espeso que no deja de ver el terciopelo del fondo más que lo indispensable para poder apreciar los contornos del trazado».
La procesión del año 1929 se inició, desde la iglesia dominica, a las 12 de la noche del Jueves Santo; su llegada a la calle del Marqués de Larios se estableció para la 1 de la madrugada y a la tribuna a las 2. La prensa reveló que, en la mañana del Viernes Santo, la procesión se hallabade regreso a las 8 y media por la calle del Marqués de Larios y que dos horas más tarde aún se encontraba por la calle Carmen.
Siguió el siguiente itinerario: Pasillo de Santo Domingo, Puente de Tetuán, Alameda (centro), Larios, Plaza de la Constitución, Granada, Méndez Núñez, Casapalma, Cárcer, Ramos Marín, Gómez Pallete, Plaza de la Merced (vuelta) Álamos, Torrijos, Pasillo de Santa Isabel, Cisneros, Juan Gómez García, Plaza de la Constitución (vuelta), Larios, Alameda (centro), Puente de Tetuán, Cuarteles, Plaza de Toros Vieja, Carmen, Pasillo de Santo Domingo, a su templo.
Las crónicas reseñan que en la procesión participó un piquete de compañía con bandera, escuadra, banda y música del regimiento de Infantería Álava n.º 56, Esta misma tropa rindió los honores establecidos al estandarte real que, escoltado y portado por un teniente, desfilaba con la cofradía.
A la procesión, que presidió el general gobernador militar en representación de S.M. el Rey, asistieron comisiones de los cuerpos, centros e institutos y dependencias de la plaza compuestas por el primer jefe, un capitán y un oficial de cada uno de ellas.
Como dato reseñable, la prensa reveló que, tras el trono de la Virgen de la Esperanza, «figuraban dos largas hileras de devotos que seguramente pasarían de 600».
Todo ocurrió en 1929.
En la década de los años 30 se fundaron varias cofradías. Fue la respuesta de los cofrades a lo sucedido en mayo de 1931. Algunas llegaron a buen puerto, como las hermandades de Pasión, Penas o de la Santísima Trinidad. Otras quedaron en meros intentos, finalmente frustrados.
Finalizada la Semana Santa de 1935, se pretendió fundar una cofradía con la imagen de un Nazareno con la cruz a cuestas, bajo el título de 'Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Camino del Calvario'. Aspiraban a realizar su primera salida procesional en la Semana Santa de 1936. Surgió un problema con la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de los Pasos en el Monte Calvario, que reseñaba que el título de la nueva corporación llevaba a confusión con el de la suya, lo que motivó que finalmente la nueva entidad fuese nombrada como 'Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Camino del Gólgota'.
En el mismo periodo cronológico se intentó fundar la nombrada como 'Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Silencio'. El 31 de mayo de 1935 se fecharon sus estatutos.
La llegada de la contienda civil haría inviable la consolidación de una iniciativa que, a buen seguro, habría marcado un punto de inflexión en la manera de procesionar en la Semana Santa de Málaga.
De la fundación de ambas cofradías, así como de sus características, di cuenta en un artículo publicado en este mismo periódico el 5 de marzo de 2018 (Jiménez Guerrero, José: 'El frustrado intento de fundación de dos hermandades en la Málaga de 1935') y en mi libro Memoria cofrade, publicado por la editorial Arguval en 2021.
Sin embargo, previamente, en 1930, un grupo de cofrades fundó una hermandad que, al menos con su nombre o título, evocaba el desparecido encuentro de Jesús y María, que, años atrás, había representado la Archicofradía del Paso y la Esperanza.
Según la documentación que he localizado, la corporación fue organizada por un «grupo de verdaderos entusiastas de nuestra suntuosa Semana Santa» y tendría el título de 'Hermandad del Santo Encuentro', No obstante, en algunas referencias también es nombrada como Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Santo Encuentro.
Llama la atención la iconografía que había adoptado. No existe en Málaga, que yo conozca, otra fraternidad que con anterioridad hubiese ostentado el nombre de Santo Encuentro.
El grupo escultórico representaría el «momento sublime de la Pasión en que el Nazareno, camino del Calvario, con la cruz al hombro y azotado por los judíos, encontró a su Santísima Madre».
Los fundadores de la fraternidad pretendían procesionar a su titularen el plazo de un año. Y para ello manifestaban que no omitirían gastos y sacrificios para conseguir ese objetivo.
Una de sus señas de identidad se enlazaba con el deseo de resaltar y confiar en lo local. La nueva corporación señaló que todos sus encargos serían realizados por artistas malagueños ya que, según afirmaban, «contando con un magnífico plantel de ellos, no creen oportuno, que estos se realicen por casas establecidas en otras capitales». De especial trascendencia fue la participación del orfebre local José Garrido. De este artesano, la prensa afirmaba que «en las pasadas fiestas religiosas buenas pruebas dio de su maravilloso arte llamando poderosamente la atención todos los trabajos por él realizados».
Los pocos datos que he podido reunir acerca de esta corporación me impiden constatar en qué templo pretendían ubicar su sede canónica, así como al artista al que se encargaría la imagen del Nazareno. Sin embargo, con la premisa establecida de que lo local primase sobre lo foráneo cabe teorizar, aunque no se posean datos que lo corroboren, con la posibilidad de que el imaginero elegido hubiese sido Francisco Palma García. El año anterior había realizado el grupo de la Piedad y gozaba de un merecido reconocimiento y prestigio.
La fundación de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Santo Encuentro fue bien acogida desde la Agrupación de Cofradías. Así al menos se constata por el hecho de que la entidad les cediera sus locales para que en ellos se celebrase la sesión de su junta de constitución. Esta se celebró, según señaló el periódico local El Cronista en su número de 8 de mayo de 1930, el miércoles 30 de abril, en la sede agrupacional sita en el número 29 de la Alameda Principal. En el terreno que ocupaba ese edificio, tras ser derribado, se alzó la iglesia Stella Maris.
El éxito de la iniciativa se evidencia por el hecho de que a la sesión constitutiva asistieron más de un centenar de personas que ya pertenecían a la corporación.
La prensa reseñó que «leídas unas cuartillas en las que la comisión organizadora cuenta la labor realizada y ponía de manifiesto su entusiasmo por la obra que de muy buen grado se impusieron, se procedió a la elección de la junta directiva que ha de regirla en un principio».
Esta quedó constituida por algunos conocidos cofrades de la época. Según reseñó el diario El Cronista se integraron:
Hermano mayor: Don Francisco Fernández Pérez. Teniente hermano mayor: Alejandro San Gil Lorca. Mayordomo 1.º: Rafael Márquez Bravo. Mayordomo 2.º: Francisco García Gómez. Secretario: Juan Sánchez Pastor. Vicesecretario: Pablo Carreño Morales. Tesorero: José Urbistondo Carretero. Contador: Antonio Ortega Araujo. Archivero: José Bernal Franquelo. Albacea general: Antonio Trujillo Casermeiro. Albacea de culto: Manuel Harras Valderrama. Albacea de procesión: Antonio Pulido Rueda. Fiscal 1.º: Fernando Borastero y Ruiz del Portal.Fiscal 2.º: José Ramírez Ané Sastre. Vocales: José Pérez Abalo, Félix García de Lomas, José Garrido Garrido, José María Arenas, José González Flores, Antonio Urrestarasu Lozano, José Sierra Osores y Eduardo Gómez Alba.
La 'Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Santo Encuentro' constituyó, finalmente, una fundación frustrada ya que no tuvo continuidad institucional y nunca llegó a procesionar. No poseo más datos que los que he reseñado en este artículo. Se puede teorizar sobre las causas que motivaron esta circunstancia. Pero considero que una de las premisas a tener en cuenta fue lo sucedido en mayo de 1931. Al fin y al cabo, la destrucción habida y sus consecuencias imposibilitaron que nuevas fraternidades se incorporasen a las existentes. Una consecuencia más de la 'quema de iglesias y conventos'.
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