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Andrés Camino / Doctor en Historia
Málaga
Jueves, 20 de febrero 2025
El próximo 4 de mayo, domingo, se cumplirán 150 años de la aprobación de los estatutos de la, por entonces, denominada 'Hermandad de Caballeros de Nuestra Señora de la Victoria', fecha en la que, canónicamente, la corporación victoriana era reconocida a efectos eclesiásticos.
Dentro de los aniversarios y conmemoraciones cofrades que están teniendo lugar en este año 2025 en nuestra ciudad, destaca el de la efeméride citada. Así, uno de los actos principales incluido en el programa de celebraciones diseñado por la junta de gobierno que preside Miguel Orellana Ramos, ha sido, sin duda, la peregrinación del icono mariano por siete parroquias de barrios históricos de Málaga: Divina Pastora y Santa Teresa de Jesús, San Pablo, Nuestra Señora del Carmen, San Juan, San Gabriel Arcángel, Santiago y Santos Mártires. La Patrona de Málaga y de la Diócesis, declarada oficialmente por el papa Pío IX (1846-1878), según decreto fechado en Roma el 12 de diciembre de 1867, se ha visto arropada por numerosísimos fieles y devotos en sus visitas a esos templos y recibida en capillas callejeras, colegios religiosos y parroquias a lo largo de su peregrinaje por el entramado urbano.
En los primeros meses del año 1875 se daban cita en los salones parroquiales de la iglesia de la Victoria: Rafael García Sánchez, Joaquín María Díaz García (progenitor de Narciso y Joaquín María Díaz de Escovar, y abuelo de Joaquín María Díaz Serrano), José Díaz Reus, Jerónimo Tauroni, Francisco Garrastachu, Francisco la Espada, Juan Blasco y José Ruiz-Borrego, con objeto de fundar la Hermandad de Caballeros de Nuestra Señora de la Victoria, así lo recogía el propio Díaz García en su libro: 'La imagen de Nuestra Señora de la Victoria', impreso en 1898. El referido autor hacía las indicaciones que se detallan: «Algunas personas deseosas de acrecentar más y más el afecto y devoción y evitar que en tiempo alguno pudiera decrecer el culto que debía tributarse á la Patrona, acariciaron la idea de fundar una piadosa hermandad cuyo sólo y exclusivo objeto fuese el mayor esplendor y solemnidad en las fiestas que se celebraran, y el cuidado y conservación de su templo».
En la reunión constitutiva, cuya fecha se desconoce, salió elegido hermano mayor el periodista del Diario Mercantil, Rafael García Sánchez, y se aprobó la confección de unos estatutos para el gobierno de la novel corporación. Tras su redacción se presentaron a la aprobación del obispo Esteban José Pérez y Martínez-Fernández (1868-1878), quien dio el plácet, haciéndolo constar en un decreto fechado el 4 de mayo de 1875.
La conservación de un ejemplar de los estatutos en el antiguamente conocido Archivo Díaz de Escovar, hoy día Museo Fundación Unicaja de Artes y Costumbres Populares, ha permitido que, en estas líneas, se detallen las reglas de las que constaban.
La primera, explicaba el objeto que tenía la fundación de la Hermandad de Santa María de la Victoria «fomentar en esta ciudad el culto de la Reina de los Ángeles María Santísima, bajo la gloriosa advocación de la Victoria nuestra excelsa Patrona; y se erige en la Iglesia de su título». La segunda, trataba de las personas católicas de uno y otro sexo que solicitasen el ingreso. La tercera, concretaba la obligación de los hermanos de contribuir con una limosna de 20 reales anuales y la de la corporación de aplicar cinco misas rezadas en sufragio del alma de cada miembro fallecido. La cuarta, mostraba las funciones religiosas que la hermandad efectuara anualmente: «Misa cantada y sermón á las once de la mañana del Domingo infraoctavo de la Natividad de la Santísima Virgen María, por la tarde, si el estado de fondos lo permite, hará nuestra Hermandad procesión con la sagrada Imagen de nuestra titular en la forma que se acostumbra y es llegar hasta la Plaza de la Merced por la calle de la Victoria y volverá a su Iglesia por la misma calle». La quinta, establecía la fecha y el lugar de las reuniones de la junta general. Igualmente, se fijaba que podría reunirse en cualquier momento siempre que lo estimase la junta directiva o un número de diez hermanos. La sexta, anunciaba los cargos de la junta directiva: un presidente (que sería el capellán de la iglesia de la Victoria), un vice-presidente o hermano mayor, un tesorero, un contador, dos consiliarios y un secretario. Asimismo, se señalaba que la junta se reuniría el primer sábado de cada mes en unas dependencias propias en el edificio de la sede canónica. De la séptima a la duodécima, se abordaban las atribuciones correspondientes a cada cargo de la junta de gobierno. En la decimotercera y última, se exponían las funciones del portero, que sería nombrado por los directivos, ocupándose de cobrar las luminarias y limosnas, así como del reparto de las citaciones.
Dentro de los reconocimientos que se obtenían por parte de instituciones públicas, privadas y académicas, el hermano mayor presentó el 22 de junio de ese año, un escrito, acompañado de un ejemplar de los estatutos, en el Gobierno Civil. La respuesta del gobernador civil, Eduardo Garrido Estrada (1875-1876), del 3 de agosto fue la siguiente: «En virtud de haber sido aprobadas por el Obispo de esta Diócesis las reglas, que han de servir de base para el Gobierno de la Hermandad de la Stma. Virgen de la Victoria, que ha de formarse en la Iglesia de este nombre y puesto que este asunto es puramente religioso y se encuentran dichas disposiciones reglamentarias dentro de la Ley, he tenido a bien conceder á V. mi permiso para que desde luego pueda ser fundada la expresada Hermandad».
La 'Hermandad de Caballeros de Nuestra Señora', que así se denominó para diferenciarse de la de Señoras que venía funcionando desde 1855, como apunta en un artículo publicado en la revista La Saeta la técnico del Archivo de la Catedral de Málaga, Susana Elena Rodríguez de Tembleque García. La finalidad de esas mujeres era dar culto a la imagen, contribuir a decorar la iglesia, camarín y trono, y cuidar de las rojas y alhajas.
En la edición del periódico El Avisador Malagueño del 24 de agosto, se informaba que, el día 21, se había celebrado la segunda reunión de la junta de la 'Hermandad de Ntra. Sra. de la Victoria', adoptándose los siguientes acuerdos. El primero, la designación de los cargos de presidente de derecho y vocal-nato, recayendo en el cura de la Merced, José Fernández, y el capellán encargado del culto, Juan Peñuelas y Useros. Por elección, vicepresidente, Rafael García Sánchez; tesorero, Francisco de Garrastachu; contador, Francisco Tudela; consiliarios, Gerónimo Tauroni y Francisco de la Espada; y secretario, José Díaz Reus. El siguiente acuerdo consistió en abrir una suscripción voluntaria que «con resultado se inició en el acto, entre los hermanos con el fin de reunir fondos con que atender a la función de próximo día de la Virgen». También, y por último, se decidió que los hermanos hicieran «una activa propaganda con el fin de aumentar rápidamente el número de estos».
A instancias de la dirección del periódico, se felicitaba la constitución de la hermandad «en cuya formación tanta parte ha tomado nuestro amigo el Sr. D. Rafael García Sánchez director del Diario Mercantil».
En el Cabildo Municipal, celebrado el 25 de agosto, se acordó asistir a la función religiosa del 8 de septiembre y aprobó contribuir con 150 pesetas para los gastos que se produjera en la mencionada solemnidad.
La primera novena organizada en honor de la Patrona por la recién constituida hermandad fue celebrada entre los días 7 y 15 de septiembre de 1875, circulando Jubileo en sufragio por las almas de los miembros inscritos. Las identidades de los predicadores facilitados por la prensa fueron: el capellán de la iglesia de la Santísima Trinidad, Federico González; el presbítero, Francisco de la Rubia y Rayo; el presbítero, José Pérez Avilés; el cura de la parroquia de San Pedro, Manuel Martínez Chacón; el coadjutor de la parroquia de San Felipe, Manuel Maldonado; y el presbítero, Nemesio Lasaga.
Llegada la festividad de la Virgen de la Victoria, el 8 de septiembre, El Avisador Malagueño anunciaba que la Corporación Municipal asistiría a la función religiosa en la sede canónica.
Posteriormente, la junta de gobierno, presidida por García Sánchez, se vio obligada a aplazar la procesión, prevista para el domingo 19 de septiembre al día 26 del mismo mes, al no «haberse aun recolectado los fondos necesarios».
En la sesión del 25 de septiembre, los capitulares municipales anunciaron la asistencia a la procesión de la Patrona, aprobándose la libranza de una partida de 250 pesetas para «auxilio de los gastos de dicho acto».
Cuatro días después, y en una nueva reunión del Ayuntamiento, se leyó un escrito de la 'Congregación de Nuestra Señora de la Victoria', dando las gracias por la contribución efectuada para los gastos de procesión y la asistencia a dicho acto de culto externo.
Tras varios cambios de fechas para que la procesión se llevase a cabo, por fin quedó fijada para el domingo 3 de octubre, víspera de la festividad de San Francisco de Asís.
En el cabildo del 30 de septiembre, el alcalde Francisco de Paula Sola Guerrero (1874-1876) recordó que la institución había resuelto concurrir a la salida procesional de la Virgen de la Victoria.
En la jornada previa a la procesión, El Avisador Malagueño anunciaba que «después de vencidas las dificultades que se oponían á que se verificase este acto, al cual están invitados el Ayuntamiento, autoridades civiles y militares y demás corporaciones así oficiales como particulares por lo que creemos ofrecerá la brillantez que ha resplandecido siempre en esta manifestación religiosa á que tan afecto es el pueblo de Málaga».
La junta directiva de la Hermandad de la Victoria hacía constar que había cursado invitaciones para la procesión de la Virgen, que se realizaría a las 5 de la tarde, «por lo cual suplica a las personas que por olvido no hayan recibido esquelas de invitación se sirvan asistir en la citada hora a la iglesia titular para con su presencia contribuir a la mayor brillantez».
En las gacetillas del citado periódico del martes 5 de octubre, se daba cuenta de la procesión de la Virgen de la Victoria de este modo: «tuvo lugar el domingo con la mayor solemnidad, siendo inmenso el gentío que concurrió al acto dándose varios vivas á la Virgen en el templo al regresar la procesión. Circunstancias imprevistas retardaron la salida, verificándolo ya entrada la noche lo que contribuyó á dar mas brillantez al acto, por lo que lucía la procesión al resplandor de la multitud de luces que la acompañaban. Presidían el acto los señores gobernador civil de gran uniforme, gobernador militar y alcalde primero y una comisión, aunque reducida, del Ayuntamiento, formando el acompañamiento individuos de todas las corporaciones civiles y militares y multitud de particulares. Pocas veces hemos visto este acto revistiendo tal carácter de solemnidad, acto en que la multitud impresionada por su gravedad, prorrumpió en aclamaciones á la excelsa patrona impetrando su amparo para que termine la calamitosa guerra que asola al país».
Destaca en esas líneas la presencia de las autoridades civiles y militares, obviándose las religiosas, que hubo de haberlas, aunque no estén citadas. La referencia que se hace de la «guerra que asola al país» se debía a la tercera guerra carlista, producida entre 1872 y 1876. Enfrentaba a los seguidores del duque de Madrid, Carlos, pretendiente al trono, y los gobiernos de Amadeo de Saboya, de la I República y de Alfonso XII. Aunque no se detalla el itinerario procesional, por ese tiempo bajaba por Compas de la Victoria, calle Victoria, alcanzaba la plaza de la Merced y volvía por dichas vías urbanas.
Esta sería, por consiguiente, la primera procesión de la Patrona, organizada y preparada por la Hermandad de Caballeros de Nuestra Señora, en una fecha realmente inusual.
La pérdida, destrucción o desaparición de los libros de actas y documentos de ese periodo, impide completar, con la aportación de otro tipo de noticias, el primer año de andadura de la novel corporación.
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