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Lo que a mediados del siglo pasado era un humilde barrio de pescadores hoy se ha convertido en uno de los referentes turísticos de todo el país, gracias a su completa oferta para visitantes nacionales y foráneos. Torremolinos es uno de los principales baluartes en turismo hotelero y residencial gracias a sus atractivos, que van mucho más allá de sus cuidadas playas o de su típica gastronomía marenga.
El casco histórico de Torremolinos puede presumir de ser un verdadero centro comercial abierto. No en vano, gira en torno a la siempre concurrida calle San Miguel, donde es posible encontrar un amplio abanico de establecimientos. Lo mismo ocurre con otros espacios cercanos, como las plazas de la Nogalera y de la Independencia, entre otras.
En la propia calle San Miguel se puede ver uno de los principales vestigios históricos de la localidad, la torre de Pimentel, construida durante la época nazarí en una verdadera atalaya en la que se divisa buena parte de la costa malagueña. A pocos metros de allí se puede visitar la principal parroquia del pueblo, la iglesia de San Miguel Arcángel.
Entre los edificios civiles más emblemáticos, no hay que olvidar la Casa de los Navajas, un palacio casi centenario de estilo neomudéjar.
En los últimos años, Torremolinos ha puesto en valor algunos de sus vestigios históricos para convertirlos en auténticos vergeles. Es el caso del llamado Parque de la Batería, que con una superficie de 74.000 metros cuadrados, se convierte en una de las grandes zonas verdes de la Costa del Sol.
Situado cerca de Montemar, este enclave cuenta con varios caminos y senderos secundarios que invitan a recorrer todos sus rincones e infraestructura, como un inmenso lago y su torre mirador. En este recinto también se podrán ver los cañones usados en la batería defensiva que se instaló en aquel punto en el año 1937, es decir, en plena Guerra Civil.
Por otra parte, también se puede visitar en el entorno del Palacio de Congresos de Torremolinos el jardín botánico del Molino de Inca, que tiene una superficie de 40.000 metros cuadrados. El principal atractivo está en ver allí más de medio millar de especies botánicas distintas y un restaurado molino de harina. En torno a ellos, hay pequeños lagos, saltos de agua y un laberinto natural de distintas plantas.
Lo que más puede llamar la atención en el entorno de Torremolinos es su parte de sierra y sus rutas de senderismo. En la zona norte se puede ver el entorno de la Cañada del Lobo, donde se pueden hacer algunas rutas de senderismo que recompensan con inconmensurables vistas panorámicas de Torremolinos. También se puede ascender hasta la cima de la sierra, el pico Jabalcuza, que separa a la localidad de Alhaurín de la Torre. Es de visita obligada el mirador del Lobo.
Torremolinos cuenta en su zona norte con una importante infraestructura tanto deportiva como de ocio. Junto a los Pinares, se encuentran tanto Crocodile Park como Aqualand. Más al norte se puede visitar la villa deportiva, equipada con pistas cubiertas y al aire libre y el auditorio municipal.
En la franja litoral de Torremolinos reside desde mediados del siglo pasado el éxito de su fórmula turística. Allí se encuentra uno de los pilares fundamentales de su oferta, el conjunto que conforman sus cuidadas playas, su atractivo paseo marítimo y sus clásicos chiringuitos, donde se puede saborear el famoso 'pescaíto' frito.
De toda esa franja costera, la playa más emblemática es la de la Carihuela, muy concurrida en temporada alta, que en Torremolinos es prácticamente todo aquel día en el que brilla con fuerza el sol. En su extremo occidental, se encuentra la playa de los Álamos, donde se concentran actualmente numerosos pubs y chiringuitos de ambiente más juvenil tanto de noche como de día.
A estas playas hay que sumar otras muy populares como Playamar, El Bajondillo o El Saltillo. Todas ellas están unidas por un cómodo y bien equipado paseo marítimo, que invita siempre a un recorrido sosegado para un mejor disfrute del Mediterráneo. Allí se pueden ver la escultura 'Mujeres corriendo por la playa', de indudable estilo picassiano.
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Álvaro Soto | Madrid
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