Secciones
Servicios
Destacamos
No hay un pedazo de costa que no tenga su historia. Algunas de esas franjas litorales a veces ocultan su pasado, ya sea de forma deliberada o por puro olvido.Pero también hay otras que lo muestran, aunque a veces ese pasado se enrede con ... leyendas y consiga una maraña donde no se sabe con certeza qué es real y qué no.
Un buen ejemplo es ese trozo abrupto de la Torre de la Sal, en el ecuador de la costa de Casares, un pueblo conocido por su queso de cabra payoya, su pan moreno y por los buitres leonados que lo sobrevuelan. También por su hijo más ilustre, padre de la ideología andalucista, Blas Infante.
Además de su singular casco urbano, que se desparrama por una ladera, por su antiguo castillo andalusí con vistas al Estrecho de Gibraltar o de enclaves naturales como Sierra Crestellina y los Canutos de la Utrera, Casares es uno de esos pequeños pueblos malagueños que también puede presumir de playa, aunque sean apenas dos kilómetros. Menos es nada.
Entre Estepona y Manilva, hay allí un buen tramo de la Senda Litoral de Málaga, sin necesidad de paseo marítimo amplio, donde se puede transitar tranquilamente a primera hora de la mañana y a última de la tarde en pleno verano.
Hay una propuesta para hacer a pie que, gracias a estar elevada, ofrece una bonita vista panorámica de calas donde la piedra, tanto la terrestre como la submarina, tiene mucha presencia. Es ese carácter parcialmente pedregoso el que parece darle ritmo a este paisaje costero.
Hay también otra cadencia, en forma de pedaladas, que es mucho más física. Es la que ofrece uno de esos bancos donde el visitante puede hacer una pausa activa. A sus pies, sin que sea obligatorio, puede emular a un corredor del Tour de Francia, gracias a unos pedales que se adaptan a cualquier ritmo. Todo sea por no perder la forma ni siquiera en vacaciones.
Desde allí se contempla una torre que quiere asomarse a este último tramo del Mediterráneo que baña la costa de Málaga. Impresiona por su tamaño, tanto por lo ancho como por lo elevado (algo más de diez metros de altura).
Se la conoce como la Torre de la Sal y tiene una forma cuadrangular que delata un pasado diferente al de otras atalayas de la Costa del Sol Occidental. De hecho, hoy se considera que no fue usada como una mera torre de vigilancia.
El origen de su construcción se remonta a la época nazarí, pero no se finalizó hasta el XVI. En ese siglo se la menciona como el castillo del Duque de Arcos, del que se sabe que construyó cerca de allí unas salinas, lo que justificaría la principal denominación de esa torre.
Eso sí, también entra en acción un ingrediente de los de leyenda, ya que hay quien alude a este enclave como el Salto de la Mora. Este nombre parece inspirado más bien en un relato que mezclaría la tradición oral de la Peña de los Enamorados (la famosa Tagzona) con el hecho físico de la elevación de la torre sobre el nivel del mar.
La torre, imponente desde cualquier punto de vista, está en la parte más alta de un roquedal que divide en dos esta franja casareña. A su izquierda, queda la playa de Piedra Paloma, y a su derecha, la de la Sal.
La primera de ellas tiene una franja para que los perros puedan disfrutar también de la playa en pleno verano. La segunda, por su parte, es un reducto abrupto, nada cómodo, pero que tiene algo de salvaje. El tomate de mar se asoma tímidamente cuando las olas se lo permiten. También algunas conchas de lapas o mejillones, que se aferran a las piedras.
Desde la Torre de la Sal hay conexión directa con el Estrecho de Gibraltar. También con una parte del continente africano. Eso, con el permiso de las posibles neblinas que a veces se empeñan en difuminar esos horizontes.
Es una franja idónea para bañarse, también para pasear y, por supuesto, para dar buena cuenta de la cocina mediterránea. Hay varios establecimientos que rompen tópicos sobre los chiringuitos de la Costa del Sol, como Bahía Beach Casares o La Sal, con terrazas modernas y elevadas y cartas donde lo mismo es posible comer un espeto que una ración de boquerones o un plato generoso de espaguetis a la boloñesa.
Hay incluso también espacio para uno de esos 'beach club' que tanto gustan en Marbella o Estepona. Finca Cortesín ofrece allí desde una piscina infinita hasta confortables camas balinesas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.