Una de cal y otra de sabor

Morón de la Frontera también es conocido por sus olivos, ya sea por sus aceitunas de mesa o por su 'oro líquido'. Cuentan con una variedad autóctona, la morona, y otras más comunes en el territorio andaluz, como la manzanilla, la gordal, la hojiblanca o la verdial.

También entre el otoño y la Navidad se pueden adquirir numerosos dulces conventuales, como los que elaboran con mimo las monjas de Santa Clara y de Santa María. En estos días se pueden ir comprando polvorones, mantecados, roscos de vino, alfajores, tartas y bolitas de almendra, mazapanes, bolitas de coco o las conocidas tortitas de Morón, que tienen un toque inconfundible gracias al ajonjolí. Otras opciones reposteras son los pestiños y sus singulares kirtschetas (dulces elaborados con kirtsch).

Eso sí, además de gastronomía, no hay que olvidar que una de las referencias turísticas de Morón de la Frontera es la cal. Declarada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2011, hoy se puede conocer en profundidad tanto sus orígenes como sus distintos usos en el Museo de la Cal, un centro de interpretación lleno de vida.

A la cal y a las tapas, Morón de la Frontera une otros atractivos turísticos para incentivar una visita. Entre ellos están las ruinas de su antigua fortaleza árabe, su red de iglesias y ermitas o algunas construcciones civiles, como su actual Ayuntamiento, que se levantó originalmente a finales del siglo XVI.En otoño también se puede disfrutar especialmente de su entorno natural, donde conviven olivares, dehesas y abruptas sierras calizas.