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En España no es tan conocido como Ernest Hemingway, Orson Welles, Robert Harvey o Gerald Brenan, pero es otro de los nombres ilustres que un día se adentraron en la provincia de Málaga y quedaron hechizados por su patrimonio, el material y el inmaterial.
El pintor estadounidense Gino Hollander, que ya gozaba de prestigio, se instaló inicialmente en la Costa del Sol, pero encontró su particular edén en el interior. Concretamente, fue en Pizarra, un pueblo del Valle del Guadalhorce situado a los pies de la abrupta sierra de Gibralmora.
En esta tranquila villa, construyó en la década de los años 60 su propia casa. Seducido por las costumbres y el legado del interior de Andalucía, este pintor, que falleció en 2015 en su país, decidió crear su propio museo, compuesto tanto piezas arqueológicas como por herramientas y utensilios de antaño y, por supuesto, algunas de sus obras de arte.
Hoy esa colección es el Museo Municipal de Pizarra, que se puede visitar en el paraje pizarreño de Casablanca. Todo ese tesoro ha sido posible gracias a la iniciativa del artista y a la posterior donación que hizo su familia. Hoy este edificio cultural está junto a un original complejo turístico, el Cortijo del Arte.
Esa exposición permanente es sólo uno de los tantos hitos que tiene este pueblo. Entre ellos, está el solemne palacio de los Condes de Puerto Hermoso, origen del actual asentamiento urbano. Se trata de un edificio de titularidad privada, pero se puede ver fácilmente desde fuera, por su elevación.
Hoy está considerado como parte fundamental de la historia del pueblo. No en vano, fue el escenario principal de lo que hoy se ha bautizado como el Bienio Áureo, los años dorados en los que Pizarra tuvo un inusitado protagonismo hace justo un siglo. Entre 1921 y 1922 allí pernoctó el rey Alfonso XIII y se celebró la conocida como Conferencia de Pizarra, un encuentro que abordó el complejo asunto de la Guerra de Marruecos.
Pero, mucho antes de que se construyera este edificio civil, en un cobijo natural de la sierra de Gibralmora, se erigió el edificio más antiguo de su territorio, la ermita de la Fuensanta. Esta capilla, parcialmente excavada en la roca, es una de las joyas monumentales del Valle del Guadalhorce.
Además, se da la paradoja que hoy es la única de la provincia de Málaga que está habitada y custodiada por ermitaños. Éstos son los encargados de enseñar su interior a los visitantes de forma gratuita, aunque se aceptan donativos.
El templo, que está unido al pueblo por un carril de tierra que forma parte de dos de sus senderos más conocidos, se construyó tras la supuesta aparición milagrosa de la virgen, antes ese espacio fue ocupado por una iglesia mozárabe rupestre. En concreto, ese templo estaría datado en el siglo X. Según se lee en un azulejo, a los pies de la ermita, se encontró una hornacina con la imagen de la virgen en el año 1566.
Pizarra ocupa un lugar importante en la historia. Entre otros argumentos de peso, están los distintos yacimientos arqueológicos que han aparecido en su territorio. Pero, de todos ellos, el más sorprendente es el del Castillejo de Quintana, situado sobre un cerro del municipio. Los trabajos realizados el pasado año han desvelado que se trata muy probablemente de un poblado mozárabe que guardaría relación con Bobastro, el fortín de Omar Ben Hafsún.
Entre los enclaves más conocidos de Pizarra está la esbelta imagen del Santo, que se encuentra en uno de los puntos más elevados de la sierra de Gibralmora. Lo idóneo para verlo es hacer la ruta de senderismo circular que pasa por una llamativa grieta conocida como la Raja Ancha. En realidad, el Santo es una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y tiene una curiosa historia que se remonta al año 1921.
Además de la parroquia de San Pedro, el pueblo de Pizarra es uno de los pocos de la provincia que tiene su propio convento, el de las Hermanas de la Cruz. Este edificio religioso se encuentra en la calle Alta, que, como su propio nombre deja intuir, está situado en una zona elevada del casco urbano, muy pegado a la sierra de Gibralmora.
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