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Alguien debió pensar que su espacio interior e incluso su azotea podrían servir para el ocio. Aunque hoy en día parezca inconcebible, en la década de los años ochenta la torre alquería de Urique llegó a utilizarse como sala de fiestas.
Ése fue el último uso que tuvo esta atalaya, construida originalmente en el período nazarí, es decir, en la última etapa de Al-Ándalus. Su último propietario privado tuvo que pensar que esa esbelta torre de trece metros situado entre las fértiles vegas de Alhaurín El Grande era un lugar idóneo para albergar una sala de fiestas. Afortunadamente en 1984 el ayuntamiento de esta localidad del Valle del Guadalhorce se la compró y ahí acabó el uso indebido de esta construcción que suma unos seis siglos de historia.
Después de distintas actuaciones, hoy esta atalaya se conserva en relativo buen estado si se observa desde el interior, aunque hay que lamentar algunos destrozos dentro debido a sus usos anteriores privados, ya que, como aseguraba el informe realizado en 1987 por el arquitecto Sebastián Fernández López, «continuas utilizaciones indebidas han ocasionado serios desperfectos en sus estructuras, así como la filtración de agua de lluvia al perder la planta superior la impermeabilidad que poseía».
Pese a ello hoy se puede ver perfectamente desde fuera, a tan sólo dos kilómetros del casco urbano de Alhaurín El Grande, en el diseminado conocido como Partido de Torres. Hasta allí se puede llegar por una angosta carretera. La torre, de trece metros de altura, está rodeada de algunos inmuebles donde hoy viven todavía algunos vecinos.
El abandono o el mal uso del inmueble acabó cuando pasó a manos públicas, ya que se adquirió no sólo la torre sino una parcela del entorno de uno setecientos metros cuadrados. Años más tarde comenzaron los primeros trabajos para restaurarlo y ponerlo en valor.
En su origen, posiblemente durante los últimos años del siglo XIV, se construyó como una alquería, es decir, con el fin de preservar la seguridad de una explotación agraria, en una época en la que los cristianos asediaban constantemente los dominios musulmanes. Así, la torre, por su altura sobre esta llanura fértil, no sólo permitía el acercamiento de hostilidades sino también servía como refugio a los habitantes de la alquería en caso de ataque. Posiblemente también se usara como almacén e incluso, como señalaba Fernández López en su día, «esporádicamente como mazmorras».
Después de que las tropas cristianas avanzaran por ésta y otra zonas en 1485, la torre alquería comenzó a perder sentido para muchos. De hecho, hay documentos que mencionan que el Bachiller Serrano solicitó en 1492 la destrucción de ésta y otras construcciones similares en la zona, pero finalmente fue desestimada. Es más, un año más tarde los Reyes Católicos autorizaron a Pedro de Barrionuevo a reparar una torre existente en esta zona a cambio de no fortificarla. Eso sí, después de poco más de un siglo seguramente fuera abandonada. En concreto, el historiador Nicolás Cabrillana considera que se dejó de usar antes de la mitad del siglo XVII, ya que tras las rebeliones moriscas de la centuria anterior, se evacuó de forma masiva a la población morisca de esta zona.
Hoy esta construcción es una de las dos torres alquerías del período nazarí que se conservan en relativo buen estado en la provincia de Málaga. La otra es la de Ortegícar, situada dentro del cortijo homónimo, en el término municipal de Cañete la Real. Ambos están declarados como Bien de Interés Cultural por su importancia histórica.
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