Gaucín, el pueblo de la Serranía que vigila el Estrecho

Esta formación montañosa es con su millar de metros sobre el nivel del mar también otro formidable mirador natural. Es verdad que son muchos los lugares que disfrutan de interesantes panorámicas, pero sólo el conocido como Castillo del Águila, la fortaleza que custodiaba el antiguo Gaucín, disfruta de las mejores imágenes.

Paseando entre los restos de este recinto amurallado medieval es posible percibir el valor estratégico y ahora paisajístico de este recinto amurallado. Desde este bastión se divisa, sobre todo en los días claros, el Peñón y su entorno, es decir, desde la localidad de Gibraltar a las estribaciones montañosas del Parque Natural de Los Alcornocales.

También es uno de los mejores miradores que tiene la Serranía, ya que desde allí se avistan también los valles del Genal y del Guadiaro –e incluso la unión de ambos en territorio gaditano–. Otra de las imágenes interesantes que se ven desde la fortaleza de origen árabe es la del propio pueblo de Gaucín, sobre el que se erige el pico, al que también se le conoce como el del Hacho.

La propia fortaleza también tiene su interés, ya que se trata de un castillo que se conserva en buenas condiciones. Sobre sus cimientos romanos se mantienen las murallas que levantaron posteriormente los árabes. Según la leyenda, fue el escenario de la muerte de Guzmán el Bueno, uno de los personajes más famosos de la Reconquista. Este noble de Sanlúcar de Barrameda, fundador de la Casa de Medina Sidonia, falleció el 19 de septiembre de 1309 durante el asedio de esta elevada fortaleza, inexpugnable durante siglos.

Dentro del propio castillo se puede visitar la ermita del Santo Niño, que data del siglo XVII, donde se rinde culto a su titular y se puede ver una talla policromada de San Juan de Dios. El recinto amurallado también tuvo un rol importante en la Guerra de la Independencia. De hecho, Gaucín fue conocido por ofrecer inicialmente mucha resistencia, gracias al apoyo que le brindaron los ingleses desde el Peñón.

Con la invasión francesa el Castillo del Águila, que corona el casco urbano, se convirtió en un destacado foco de resistencia contra las tropas napoleónicas. Pese a que, según los cronistas de la época, don Antonio de Molina y Navarro, con una veintena de hombres, desafió a los invasores, finalmente la fortaleza llegó a ser tomada por estos. Después de la famosa Toma de Gaucín, la villa se convirtió en uno de los enclaves más importantes de la guerrilla.

Pero Gaucín no es sólo conocido por su Castillo del Águila. En el propio casco urbano también se conservan otras huellas históricas, que demuestran la importancia de esta villa en los últimos siglos. Un buen ejemplo es la Fuente de los Seis Caños, construida en 1628. Su estilo barroco andaluz y la piedra arenisca con la que está hecha son las notas más significativas de este importante vestigio del patrimonio de Gaucín. De esta fontana, bien conservada pese a su antigüedad, manan las saludables aguas de las sierras del entorno. La riqueza hídrica de su entorno también tiene otros símbolos. De hecho, aún se conservan muchas fuentes, pilares y abrevaderos, que en su día fueron fundamentales para el abastecimiento, como la del Convento, que data de finales del siglo XVIII.

Dentro del pueblo no se puede eludir su legado eclesiástico. Así, el edificio religioso más destacado es su iglesia de San Sebastián, que se levantó originalmente a principios del siglo XVI. Eso sí, su aspecto tiene más que ver con la reforma que se hizo una centuria más tarde. Entre sus elementos más interesantes está su torre campanario, que pese a no ser muy elevada, llama la atención por su colorido enladrillado, que la hace destacar sobre el blanco de la cal, pero la camufla entre las tejas árabes de las viviendas colindantes.

Además de este templo y de la capilla del Santo Niño, situada dentro del castillo del Águila también hay que destacar un tercer edificio religioso en Gaucín: el convento de los Carmelitas Descalzos. Este edificio es también conocido como la ermita de la Vera Cruz, ya que tuvo su origen como capilla, aunque se convirtió en convento en los primeros años del siglo XVIII. Actualmente, no tiene uso religioso, ya que es la sede de la Casa de la Cultura.