Preparamos de nuevo la maleta rumbo a una de esas 130 ciudades que conecta con vuelos directos el aeropuerto de Málaga. La propuesta de esta semana mira hacia la Europa del Este. Concretamente hacia la capital más bohemia del Báltico y también una gran desconocida. ... Vilna, en español, o Vilnius, es nuestro destino. Facturamos equipaje para descubrir una ciudad jovial, divertida y con mucho arte que pasó página rápidamente a su pasado tras la independencia de la antigua Unión Soviética. Una capital que celebra este ejercicio sus 700 años de historia. Lo hace con un amplio calendario de eventos que van desde paseos panorámicos en globo aerostático sobre su casco antiguo hasta una ópera resucitada del siglo XVII. Vilna cuenta con el centro histórico barroco más grande de Europa del Este, uno de los más bonitos del Viejo continente y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
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Air Baltic Martes y sábado, a las 18,35 horas
Duración del vuelo 4,15 horas
¿A qué precios? Aunque las tarifas varían continuamente, en una reciente búsqueda es posible hacer una escapada desde 155 euros por trayecto con combinaciones como salir el sábado 17 de junio y volver el 20. Los precios bajan si la escapada se planifica para el mes de septiembre.
Para ir del aeropuerto a la ciudad El aeropuerto internacional se encuentra apenas a seis kilómetros de la capital, lo que permite estar en el Centro de la ciudad en unos quince minutos. Las alternativas son varias: autobús, en microbús o en tren. En buses de línea hay varias posibilidades, si bien la ruta clásica para el centro es la 88, que además tiene servicio nocturno (88N) cada 30 minutos, siempre a las horas en punto y a y media. El coste es de un euro, primer indicador de otro de los alicientes de este viaje que son unos precios bajos en el destino, desde el transporte hasta la comida o la bebida.
La opción del microbús, que tiene la parada junto al hall de llegadas C, parte de la empresa Toks que realiza desplazamientos entre el aeropuerto internacional y la estación central. La frecuencia es cada 40 minutos en ambos sentidos y el coste de un euro. Es más rápido que el autobús urbano. En apenas diez minutos estás en el centro.
También hay que barajar ir en tren, que te deja en el centro en ocho minutos. El problema es que pasa uno cada casi una hora.
Qué comer: La gastronomía es un plato fuerte de esta ciudad, junto a sus cervezas de fabricación propia. Hay que probar los cepelinai, una especia de ñoquis rellenos de carne, con una salsa de nata ácida y panceta, que son considerados el plato nacional. Otros de los imprescindibles en este viaje es el pan de centeno; la saltibarsciai, una sopa fría de remolacha o la Kishka Vedarai, parecido a una salchicha de patata.
Dónde comer: El carácter jovial, bohemio y lejano a los corsés soviéticos se deja sentir en las calles de la que es la ciudad más grande de Lituania, con más de 800.000 habitantes. Abundan los pubs, restaurantes, cafés vanguardistas y propuestas como la de la cervecería Alaus Namai donde degustar cervezas locales como la Švyturys de Klaipeda. Para saborear la cocina tradicional las alternativas de Šnekutis o Busi Trecias, que ofrece como plato de la casa oreja de cerdo o el pan frito con ajo, uno de los entrantes típico. Otro clásico de comida tradicional lituana es el restaurante Gabi, con un interior en el que se muestran frescos del siglo XVIII junto a otros elementos antiguos que le imprimen carácter.
¿Qué no te puedes perder?: Vilna se presta a pasear, a disfrutar del barroco de sus palacios, edificios civiles y de sus hasta 65 iglesias que suman un patrimonio de 1.500 reclamos de interés arquitectónico, también renacentistas y góticos como la iglesia de Santa Ana. La Puerta de la Aurora, la única que se mantiene intacta de las diez que conformaban la muralla de la ciudad; la Catedral, una construcción neoclásica, junto a la Torre de la Campana, en un edificio religioso independiente, que dan vida a una plaza en la que sorprende un azulejo con la palabra «stebuklas» (milagro), con la que se recuerda la cadena humana organizada de forma pacífica en 1989 entre Tallin y Vilna, para protestar por la ocupación soviética en Lituania. Siete meses después de la misma, este país conseguía su independencia. La leyenda dice que para obtener suerte hay que girar alrededor en dirección contraria a las horas del reloj y pedir un deseo. La plaza del Ayuntamiento, el Palacio Presidencial y el de los Grandes Duques, la colina o la Torre de Gediminas, el gran mirador de la capital, son visitas que no puedes dejar de hacer. En su oferta de museos hay que tener en cuenta el Museo Nacional de Lituania, la Galería Nacional de Arte, el singular Museo del Ámbar o el de las Víctimas del Genocidio (KGB).
La república de Uzupis: Mención aparte en la visita a Vilna merece este barrio, cuyo nombre significa en lituano «el otro lado del río», en este caso del río Vilnia que separa algunos barrios de la ciudad. Es la pequeña 'Montmartre' donde se asentaron los artistas, tras quedar devastado en la Segunda Guerra Mundial, y que se autoproclamó el 1 de abril de 1997 una república independiente, con su propia constitución, bandera, ejército, himno y presidente, como forma de protesta. Está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En esta república se respira el arte y la vida bohemia. Además, entre el área de la universidad y Uzupis se encuentra una de las calles más famosas, Literatu, en honor al poeta Adam Mickiewicz que vivió en ella y donde en 2008 un grupo de artistas se puso manos a la obra para su recuperación decorándola con menciones literarias en sus muros.
Vilna destaca también por contar con un gran número de parques y espacios verdes, con colinas con vistas a esos tejados rojos que marcan la capital. Esta oferta facilita una escapada con los niños, que pueden disfrutar en Bernardinai Garden o en el museo del Juguete, donde se muestra una amplia colección de objetos con los que se han divertido generaciones pasadas, interactuar con ellos y participar en talleres en los que aprender a fabricar juguetes incluso de papel les dejará un buen recuerdo a los más pequeños de la casa, que también pueden divertirse en Vingio Park, un verdadero centro de entretenimiento.
Aunque Vilna es una ciudad para pasear, el transporte urbano aporta varias alternativas para los desplazamientos. Cuenta con servicios de bus, con 82 rutas que funcionan desde las 5.30 horas hasta las 23.30, con una frecuencia media de diez minutos y con atención nocturna entre entre 23.30 y las 4.00 horas, que circulan cada 30 y 60 minutos. El billete, que lo expide el conductor, cuesta un euro. También dispone de una red de trolebús, con 18 rutas que operan desde las 4.25 hasta las 0.00 horas durante los días hábiles, con algunas modificaciones de horario y frecuencias en fines de semana. El coste del pasaje es también de un euro.
Buen viaje.
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