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A simple vista se asemeja a un cráter. O también hay quien puede dejar volar la imaginación y verlo como el agujero hecho por un meteorito en su impacto con la tierra. Pero, lo que se conoce como El Corralón en la sierra de la Camorra es una torca o abrupta depresión que puede llevar así miles de años. Sus dimensiones son espectaculares si se observa desde arriba, pero resulta aún más excepcional si se hace una incursión en su interior. Se trata de la más conocida como la Torca de Mollina, por estar ubicada en este pueblo de la comarca de Antequera.
La temperatura y la humedad difiere claramente al bajar tan sólo unos metros. De hecho, se puede decir que esta formación tiene su propio microclima. Y como tal, también un ecosistema en el que sorprende ver a especies botánicas como el almez. De hecho, hay uno de grandes dimensiones en la entrada de la cueva de los Órganos, una gruta a la que se accede desde allí.
El almez, que es un árbol de la familia de los olmos, es una de tantas especies vegetales que se pueden encontrar en esta hendidura de la sierra de la Camorra. Centáureas, jacintos, celidonias, hamacucas o dientes de león son algunas de las plantas que aguardan en este enclave geológico, donde hay algunas evidencias del paso del hombre en la Prehistoria. Hay quien incluso lo señala como un lugar idóneo para el escondite de bandoleros durante el siglo XIX.
La Torca de Mollina está declarada por su excepcionalidad biológica y geológica como Rincón Singular de Málaga por su excepcionalidad geológica, ya que se trata de una depresión en una sierra caliza, con paredes escarpadas.
Para acceder hasta este enclave el camino más corto es el que hacen la mayoría de los senderistas que se adentran por la sierra de la Camorra. Aunque El Corralón está dentro del término municipal de Mollina, conviene aproximarse por Alameda, municipio que también tiene parte de su territorio allí. En concreto, la etapa de la Gran Senda de Málaga que une Alameda con Fuente de Piedra pasa junto al pequeño camino que hay que ascender para llegar a la Torca de Mollina (a unos 3,5 kilómetros del inicio de la etapa). Desde allí hay que tomar un sendero estrecho de menos de un kilómetro y salvar un desnivel de casi 150 metros.
El también conocido como Corralón, que se encuentra a unos 650 metros sobre el nivel del mar, ofrece pocas opciones para bajar. En cualquier caso, habrá que hacerlo con mucha precaución, ya que se trata de terrenos muy abruptos, donde según se va descendiendo se pierde la iluminación natural. De hecho, es recomendable visitarlo con una linterna o un frontal. Además, no se recomienda bajar hasta allí en días de lluvia o poco después de éstas. En cualquier caso, se trata de una joya geológica de la sierra de la Camorra que hay que preservar.
La sierra de la Camorra, que es un auténtico bosque isla, es conocida especialmente por la abundancia de cavidades. No en vano, en los últimos años se ha convertido en un santuario para los aficionados a la espeleología, gracias a la abundancia de cuevas explorables -más de treinta-. Entre ellas, hay algunas muy notables, como la antes mencionada de los Órganos, que sobresale especialmente por su tamaño. Con unos cien metros de profundidad y un kilómetro de recorrido, esta gruta atrae a numerosos aficionados a la espeleología, sobre todo para los que están empezando, ya que tiene uno de los accesos menos complejos.
Esa facilidad en su acceso ha propiciado que no se conserve como otras cavidades de esta parte de la sierra situada en el término municipal de Mollina. Aunque no hay pinturas rupestres, sí hay indicios de que la gruta era conocida desde hace siglos por los habitantes de la zona. De hecho, hay algunas pintadas del siglo XVIII. Además, hay incluso leyendas que están relacionados con un personaje histórico que murió a no mucha distancia de allí, el bandolero conocido como El Tempranillo.
Otras cavidades de esta sierra son las del Almirez, el abrigo de los Porqueros o la Rosa Chica. No todas son de fácil acceso y, en muchas ocasiones, están en terrenos de propiedad privada.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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