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No hay edificios con siglos de historia. Ni siquiera algunas de esas calles estrechas que quieren aludir al pasado andalusí, pero es uno de esos lugares que hay que conocer para conocer una de las muchas caras que ofrece la comarca de la Axarquía .
El Salto del Negro es una de las muchas aldeas que llevan siendo décadas refugio para quienes buscan la tranquilidad del medio rural. Amitad de camino entre la franja mediterránea y las abruptas sierras que marcan el límite de esta comarca oriental de Málaga.
Oficialmente, pertenece al pueblo de Cútar, como otras aldeas próximas, aunque está más cerca del pueblo de Benamargosa, paso obligado para ir a Vélez o Torre del Mar.
Hay algo más de medio centenar de habitantes que viven en su pequeño casco urbano. Hay quien se detiene allí sólo para leer dos veces el nombre de la población. Amuchos le viene a la cabeza una localidad canaria y una famosa prisión con el mismo nombre.
Pero, en este recóndito lugar de la Axarquía poco tienen que ver con ese alejado enclave insular. Ni siquiera se sabe con certeza cuál es el origen de un nombre que no deja a nadie indiferente.
A modo aclaratorio, aunque no se despeje la duda, hay un mosaico de azulejos en la principal vía de esta aldea que intenta poner algo de luz sobre el asunto. Allí se describen hasta tres posibles orígenes para tan llamativo nombre.
La primera de las hipótesis que se menciona es la que relaciona al propietario de esas tierras hace siglos, un tal Pedro Moreno, que sería de tez oscura y de origen morisco.
Existen otras versiones más dramáticas y con final poco agraciado para sus protagonistas. Así, se alude en una de ellas al salto que hizo en su huida un esclavo morisco, quien prefirió saltar al vacío en una zona cercana, según este relato, antes que caer de nuevo en manos de sus perseguidores. Muy similar es la creencia de que fue un esclavo africano el que accidentalmente cayó en su intento de escapar.
Hoy lo del nombre es una simple anécdota, ya que quien vive allí lo hace no por una denominación de origen incierto sino por el sosiego que aguarda entre sus casas.
Es un casco urbano que se antoja relativamente moderno, con casas que en su mayoría llevan pocas décadas en pie. Los tejados delatan que no se trata de una villa tradicional, aunque existen vestigios que hacen pensar de todo lo contrario.
Como en otros lugares recónditos de la provincia de Málaga, el lugar de culto religioso lo ocupa una antigua escuela capilla dedicada hoy a la Virgen de la Victoria.
Hay también otro guiño al pasado en uno de esos pocos hornos exteriores que se conservan en la provincia de Málaga. En concreto, en la calle Larios, justo al lado de donde se encontraba la que hasta hace poco era la panadería de la villa.
Hoy quien quiera hacer una parada allí y repostar no podrá encontrar un bar para un refrigerio, aunque sí un único establecimiento comercial donde sorprende la variedad de productos.
Buena parte del atractivo del Salto del Negro está en su entorno. Su ubicación cercana al río Benamargosa, que, salvo contadas excepciones, suele estar seco, no es casual.
Desde una posición elevada se ve parte de este valle fértil, antes ocupado sobre todo por cítricos y hoy más por subtropicales.
También hubo mucho espacio dedicado a la caña de azúcar, lo que justifica la existencia a pocos metros de la aldea, en camino hacia Benamargosa, del antiguo ingenio de San Rafael. Hoy se conserva su torre chimenea y buena parte de su estructura.
Esta pequeña villa de Cútar, que está a mitad de camino entre Vélez-Málaga y Riogordo (a poco más de 15 kilómetros de cada uno de ellos), hay que verla en el contexto de la sinuosa carretera MA-8107, que discurre en paralelo al cauce del Benamargosa, que más arriba se denomina de las Cuevas. Ese recorrido de curvas le sirve para unirse a otra aldea con encanto, Las Zubias.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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