No está permitido, pero ni siquiera sería agradable sentarse sobre él, por mucho que su nombre sea el de sofá de arena. Nada tiene que ver con un cómodo mueble. Ni mucho menos. Es una planta gramínea que respira aires marinos y que sobrevive como ... puede en uno de los lugares más particulares del litoral axárquico, las Dunas de la Carraca, en el núcleo torroxeño de El Morche.
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Este espacio evoca naturaleza salvaje, porque, en cierta medida, lo es. Está en la conocida como playa del Cenicero. No se sabe muy bien el origen de tan curioso nombre, pero afortunadamente no hay ni rastros de colillas ni de cáscaras de pipas.
Las únicas huellas de vandalismo o comportamiento poco adecuado son algunas pintadas en el escaso mobiliario que hay en torno a las dunas. Hay algunos desaprensivos que consideran importante dejar recuerdo de su presencia, como un tal Jesús, que advierte que un día estuvo ahí, tapando para ello un cartel que recuerda que no se puede acceder en vehículo por este arenal. Igualmente, no sería posible, porque se quedaría atrapado entre tanta arena. Las dunas tienen algo de postal idílica, pero no conviene tomárselas a broma.
También ha querido dejar su huella una pareja, de iniciales jota y 'a' dentro de un corazón rojo. El mensaje puede ser de amor infinito, pero la pizarra elegida es poco romántica. Una caseta blanca para aseos no parece lo más apropiado para anunciar un idilio, que lo mismo ya es incluso historia.
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Son, eso sí, dos de los pocos lunares que ofrece esta playa de ínfula salvaje en El Morche. Lo mismo puede ser porque hay poco mobiliario urbano. El camino está balizado para un par de accesos y, de momento, éstos no han sufrido perturbaciones agresivas.
También se ha respetado un cartel que ya no resulta tan original, pero es idóneo para fotografiar con el telón de fondo de las dunas y del azul del Mediterráneo. Ahí se le recuerda al bañista que está en un lugar único en el mundo, las Dunas de la Carraca, en territorio de El Morche, un barrio litoral que pertenece a Torrox, pero que tiene identidad propia. Sobre ese rótulo se recuerda otros enclaves planetarios que pueden estar a la altura de este tramo natural situado a su vez dentro de la playa del Cenicero. Ibiza, Bahamas, Tarifa, Punta Cana, Santa Mónica y Honolulú.
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Todos esos destinos junto a los muchos kilómetros de distancia a los que están de esta playa con vegetación autóctona de la Axarquía. Desde 165 a 12.994 kilómetros. Allí se demuestra el orgullo de los morcheños, que llevan años pidiendo que este núcleo aparezca en el DNI como lugar de nacimiento en lugar de Torrox-Costa. El lugar tiene su idiosincrasia no cabe duda y una playa que es única en la comarca y difícil de ver en el resto del litoral de la provincia. De hecho, para ver otras dunas en Málaga habría que ir por lo menos hasta Marbella o Estepona.
Este fenómeno geológico, que recuerda más a la costa gaditana, es una 'rara avis' en la Axarquía. Quizás, por eso, también atrae a unos bañistas muy distintos a los que hay en otros puntos del litoral de esta comarca o de la Costa del Sol Occidental.
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El chiringuito más cercano está a medio kilómetro y el paseo marítimo que une a Torrox Costa con El Morche hace en este tramo una excepción para preservar el enclave natural y las fotografías que muchos enviarán a sus allegados para preguntarles si saben dónde están. En realidad, si hubiera un paseo marítimo, sería poco probable que existieran las dunas, ya que estos tramos urbanos tienen mucho que ver con la desaparición de estos sistemas geológicos.
A primera hora de la mañana, aunque sea julio, muy pocos se atreven a meterse en el agua. Ni siquiera a tomar el sol. Lo más habitual es ver a un montón de veraneantes haciendo la versión playera de la ruta del colesterol, andando desde El Faro de Torrox hasta Algarrobo o, si las piernas lo permiten, aún más lejos. El paso junto a las dunas no deja indiferente a estos transeúntes, que no le quitan ojo mientras que seguramente piensen la suerte que tienen de tener ese pedazo de naturaleza salvaje allí donde pasan sus vacaciones.
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Con el paso de la horas, llegan las primeras toallas y sombrillas. Vienen para quedarse, porque en toda la costa de Torrox hay carteles que recuerdan que está prohibido eso de coger sitio e irse a desayunar o a tomarse una caña para después tener una 'pole position'. Cuando el sol empieza a calentar la arena en esta playa, se termina la faena para un hombre que casi todas las mañanas sale con las primeras luces del día con su detector de metales. Se tiene que cruzar con muchos portadores de objetos que serán suyos al día siguiente.
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