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En ocasiones las ganas de viajar nos llevan a salirnos de los circuitos tradicionales para descubrir nuevos rincones, pequeños y más desconocidos, pero cargados de vida, historia, arte y singularidades que convierten la salida en toda una experiencia. Esta semana en la Escapada Aérea, que ... propone viajes a uno de los 136 destinos con vuelos directos desde el aeropuerto de Málaga, volamos a la Bretaña francesa, a la puerta del Atlántico. Facturamos la maleta hacia Brest, entre la tierra y el océano en el noroeste de Francia. Una ciudad prácticamente destruida durante los bombardeos de 1944 y reinventada, con paisajes únicos, playas paradisiacas y una gastronomía con marcado sello marítimo y bretón.
Aerolíneas que vuelan a Brest desde Málaga
Compañía Aérea Volotea
Duración del vuelo Dos horas y cuarto
¿A qué precios? El hecho de que sólo una compañía opere desde Málaga esta ruta hace que sea más difícil encontrar chollos para descubrir Brest. Aún así, los precios no son tampoco elevados. En una búsqueda reciente, y a sabiendas de que las tarifas fluctúan casi que a diario, es posible viajar desde Málaga el próximo 14 de mayo para volver el 18 a un coste de 113 euros.
Para ir del aeropuerto a la ciudad. El aeropuerto de Brest está a unos diez kilómetros de la ciudad, que se recorren en taxi en unos diez minutos a un coste de entre 23 y 28 euros. Pero por un precio mucho más bajo se puede coger la línea 20 de Bibus, que permite desplazarte a Saint-Thudon, Prat Pip y Porte de Gouesnou, donde puede abordarse la línea A del tranvía a Place de Strasbourg, Liberté y Porte de Plouzané. Esta alternativa funciona de lunes a viernes en horario de 8.30 de la mañana a las 11.45 de la noche, mientras que los sábados opera de de 9.06 a 11.56, y los domingos de 9.00 a 11.00. El precio del trayecto es de 1.60 euros, que te permite ya viajar durante una hora en cualquier bus o tranvía de Bibus. El trayecto viene a durar poco más de diez minutos.
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Qué comer: Si Francia es célebre por su gastronomía, Brest tiene también en la cocina uno de sus grandes reclamos. Los productos del mar y de tierra, junto a las tradiciones culinarias galas confeccionan un largo listado de imprescindibles con sello bretón propio. La estrella es les galettes, una especie de crepes que le diferencia de los clásicos en que se realizan con tortas de trigo sarraceno. También hay que degustar la cotriade, una sopa de pescado tradicional de Bretaña, y el Kig-ha-Farz, una especie de cocido bretón. Hay que dejar bastante hueco para los postres y probar el afamado Far Bretón, un flan más consistente con ciruelas; el sablé bretón, una variante de la masa quebrada dulce; o las fresas de Plougastel, la famosa fruta de Finistere. Para acompañarlos, nada mejor que la bebida local más popular, la sidra.
Dónde comer: La oferta de restauración es muy amplia aunque Brest es una ciudad pequeña. Oyster Bar o RemorKeur son dos propuestas gastronómicas recomendadas en el puerto comercial, mientras que en la calle de Lyon se aconseja Peck&Co. La Maison de l'océan, especializado en marisco desde 1986, es el lugar ideal para degustar pescado en el Puerto de Comercio. Para la noche, las consideradas instituciones locales son Vauban, Quartz o la Carène.
¿Qué no te puedes perder?: En esta ciudad portuaria del noroeste de Francia encontrarás atractivos en los cuatro puntos cardinales. En plena Bretaña y dividida por el río Penfeld, es conocida por su historia marítima y por ser una base naval. En la desembocadura del Penfeld está el Museo Nacional de la Marina, que se ubica dentro del medieval Château, el monumento más antiguo de la ciudad que se localiza en el centro de uno de los mayores puertos navales del mundo. Tiene una antigüedad de diecisiete siglos y ha mantenido a lo largo de este tiempo su misión original de fortaleza militar y punto estratégico importante. Al otro lado del río destaca la Tour Tanguy, una torre del siglo XIV que alberga el museo de la antigua Brest. Ya al noreste podrás disfrutar de otro de los grandes reclamos, el Conservatorio Botánico y el acuario Océanopolis, que invita a dar una vuelta al mundo única al corazón de los océanos. En esta urbe descubrirás una de las bahías más hermosas de Francia en la que debes bajar por la calle Siam hasta la ensenada y disfrutar de lugares reconvertidos que aportan ese dinamismo que se vive en una ciudad que te permite imágenes increíbles desde el teleférico. Sin olvidar que hay que inmortalizar el puente de Recouvrance y disfrutar en el vibrante los Ateliers des Capucins, un lugar lleno de energía cerca de la calle Saint-Malo. Otro paseo imprescindible. Y ya entrada la primavera, hay que señalar que Brest tiene en sus playas otro gran reclamo. A ellas se puede llegar incluso en bicicleta. Algunas de las más famosas son las de Moulin Blanc, las puntas de Iroise, Albert-Louppe y la Cale du Relecq-Kerhuon, y las maravillas de Daoulas o Landerneau. En la parte oeste podrás disfrutar de las playas de Sainte Anne du Portzic y el faro de Petit Minou, a la entrada de la bahía. Es el primero de una serie que da pie a hacer un tour por los faros de Stiff, Créac'h y Nividic por tierra y por el mar de Iroise rumbo a Molène o Ouessant. Toda una experiencia para evadirte en lo que los romanos consideraron el fin del mundo al creer que a partir de este punto no había nada más que agua, en la punta de Finisterre, donde impactan los escarpados acantilados y el infinito del océano.
Compras: La maleta de vuelta vendrá cargada de productos gastronómicos entre los que no puede faltar el caramelo de mantequilla salada, una auténtica golosina bretona; la flor de sal, que es rica en oligoelementos y magnesio; la sidra; y una variedad de conservas de sabores marinos. La vidriería y el famoso cuenco bretón son otros de los recuerdos clásicos de esta escapada.
Brest es una buena alternativa para viajar con niños, que disfrutarán a lo grande en el oceanópolis, en las playas de la ciudad, en el Ateliers des Capuncins, un espectacular recinto de 160 metros de lado, 200 miradores y con una plaza central, la plaza de las Máquinas, que es el mayor pabellón cubierto de Europa con 10.000 metros cuadrados en los que puedes transitar en patinete, bicicleta o monopatín. Además, en los Jardins de l'Eveil en Saint Thonan los más pequeños encontrarán un parque natural que va más allá de un zoológico.
Esta ciudad portuaria de la Bretaña francesa es fácil de conocer a pie, en bicicleta y haciendo uso del transporte público, que está en manos de la red Bibus, cuyos billetes tienen un coste de 1,50 euros. Dispone de una línea de tranvía, una línea de teleférico y una treintena de líneas de autobús, sin olvidar que ofrece un servicio de alquiler de bicicletas a largo plazo, Vélocibus.
Buen viaje.
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