Más de un teléfono móvil ha vivido sus últimos momentos en sus aguas. También otros dispositivos electrónicos. La mayoría de ellos con poca solución después ... de darse un inesperado chapuzón. A las Angosturas del Guadalmina hay que ir con protección para ciertos objetos. De nada, vale haber visto algunas fotos o haberse informado en un foro si no advierten de la necesidad de proteger ciertos objetos de la humedad del río.
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Cada verano se convierte casi en un pequeño parque temático. No pasa de moda. Apenas dio un respiro de dos años por la pandemia de la Covid-19, como muchos otros espacios naturales. Pero, la realidad es que, llegada la época de baño, vuelve a ser frecuentado por amantes de la naturaleza, pero, desgraciadamente, también por aquellos que ansían dejar rastro anónimo de su paso.
El recorrido fluvial que hay entre las charcas de las Mozas y de los Tubos tiene menos de un kilómetro de longitud, pero no falta el que aquello se le hace más largo incluso que aparcar cerca del punto de partida. El tránsito normal es el de río abajo, entre piscinas naturales. Mucha piedra que resbala, un pasaje que hace un guiño a los cenotes mayas, pero sin historias de sacrificios humanos, y lugares donde hay que entregar la cuchara porque no habrá más alternativa que meterse por completo en el agua. Hay que activar el modo anfibio.
Como en el río de Heráclito, allí todo fluye, todo cambia y nada permanece. Los que han recorrido el cauce en veranos anteriores no dan crédito a los cambios que ven en el siguiente. O tres o cuatro más tarde. El agua, a veces, llena de arena pasajes que hace un año eran profundos. Y otros, los vacía y obliga a nadar en lugar de andar.
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Entre los grandes obstáculos está la pequeña presa en la que ninguna opción de paso parece buena. Descolgarse por una cuerda que no siempre genera confianza o averiguárselas con la piedra resbaladiza que está junto al dique. Hay un punto de fuga a la derecha para quienes se vean obligados a abandonar ante el dilema.
Habría que hacer un decálogo para vivir la experiencia de las Angosturas del Guadalmina sin sufrir daños materiales ni personales ni ocasionarlos a este enclave natural. Una vez que queda claro que no hay más remedio que mojarse y se necesita nadar, lo siguiente es saber que hay que llevar protección para los dispositivos electrónicos, aunque en los últimos años hay quien presume de que su cámara o su móvil está capacitado para empaparse completamente. Otra cosa es hallarlo si se le cae en alguna poza. No todas las aguas del Guadalmina son cristalinas.
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Bolsas de neopreno y recipientes estancos suelen ser los más usados por los que no quieren ir a su cita con la naturaleza fluvial y salvaje con botes de plástico de café soluble o de cacao en polvo, por mucho que se le quiten las etiquetas comerciales. Pueden ser igualmente funcionales, pero no lucen tanto como las primeras o las segundas marcas de las tiendas de deportes.
La indumentaria es también fundamental, de pies a cabeza. Empezando por abajo, hay que tener en cuenta que debe ser el primer anfibio que se lleve. Tiene que ser un calzado con una buena suela y que no sufra bajo agua. Aún así, hasta el más caro de los zapatos deportivos no servirá para eludir un resbalón si se pisa en el sitio menos adecuado. Hay rocas que se las traen y tienen aliados en el moho. Las consecuencias de un resbalón puede ir desde una carcajada insolidaria de acompañantes y un efímero dolor en las nalgas hasta una lesión que corte de raíz todas las previsiones disfrutonas del verano.
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Algunos creen que si van descalzos directamente tendrán una opción económica y natural al asunto del calzado. Sólo tienen que enfrentarse a dos problemas. El primero es clavarse las piedras del río en el descenso. El segundo es volver por la carretera, que suele ser la opción más habitual. Más de uno ha terminado caminando por la franja blanca de la calzada, emulando a un joven Emlio Aragón, para evitar quemarse con un asfalto que en verano bien valdría para hacer un chuletón a la piedra.
Lógicamente, la ropa tiene que ser de baño. Hay quien no está dispuesto a mojar su camiseta. Pues, para eso tiene sus recipientes estancos. O el bote de Colacao de tamaño familiar. Eso sí, en cualquier caso hay que protegerse del sol de alguna forma, sobre todo en estos meses de verano.
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Y que no falte el agua (la del río no cuenta) ni algún alimento que dé energía rápida para no desfallecer en el intento de vivir una aventura diferente en verano a tan sólo cinco kilómetros del mar.
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