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JUANJO GONZALO
MADRID
Martes, 19 de diciembre 2017, 16:29
Comúnmente conocidas como avalanchas, aunque también llamados aludes, son uno de los grandes riesgos cada temporada invernal en las estaciones de esquí. Ante ellos hay que tener especial cuidado, pues son bastante imprevisibles. Son muchos los aficionados al deporte de nieve a los que les ... gusta disfrutar del oro blanco recién caído, algo que se debe hacer con precaución.
Las avalanchas, que se pueden producir por muchos factores, son masas de nieve caídas a gran velocidad -pueden alcanzar los 300km/h- ladera abajo capaces de arrastrar todo lo que encuentran a su paso. Una de las causas más comunes es la falta de homogeneidad en el manto de nieve, cuando cuenta con un peso importante que facilita su deslizamiento. Las caídas de rocas y árboles son accidentes que, en ocasiones, también desencadenan un alud.
Ante las dificultades de su previsión, existen algunos consejos a seguir para evitar, en la medida de lo posible, sufrir sus consecuencias.
Entre las prioridades, antes de pasar un día en la montaña, muchas de las recomendaciones se centran en la preparación del viaje, del recorrido y del itinerario. Es importante conocer el terreno por el que nos movemos. Casi tanto como el equipamiento. Un equipo adecuado es básico para este tipo de jornadas en las que ir acompañado puede salvar vidas. Por ello, se deben mantener distancias para que en caso de avalanchas no queden todos sepultados.
Hay varios tipos de avalanchas -nieve polvo, fusión y placa-, aunque las más peligrosas en muchas zonas de España son las de placa. Provocan muchos accidentes y se producen por vientos y sobrecargas de elementos externos, como la aparición del esquiador en muchas ocasiones.
En Europa contamos con una escala con cinco niveles de riesgo, que se encuentran situadas entre el 1 y el 5, de débil a muy fuerte. Esta escala es utilizada por instituciones y estaciones para advertir a montañeros y esquiadores.
En caso de encontrarte en uno, es necesario desprenderse de los esquís y mantenerse en la superficie del alud con movimientos de brazadas. Una maniobra, la de poner las manos delante de la cara, que sirve para ganar espacio para respirar.
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