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Hace cuatro o cinco décadas hasta allí llegaban sólo algunos aventureros estivales de Coín, Alhaurín el Grande o Alhaurín de la Torre. Muchos hacían el ... trayecto en bicicleta. Sólo algunos lo hacía en ruidosos 'vespinos'. Sus piedras resbaladizas provocaba chapuzones inesperados y algunas risas. Pocos lamentos, porque ni existían los teléfonos móviles ni ninguno de aquellos muchachos llevaba su propia cámara de fotos.
Los veraneantes, jóvenes en su mayoría, llegaban casi siempre sin que lo supieran sus padres y con un mapa mental. El boca a boca de coínos y alhaurinos advertía de la existencia de verdaderas piscinas naturales y casi un parque acuático donde disfrutar a lo grande.
No era un turismo de masas, desde luego, aunque alguna molestia se ocasionaba a este paraje, conocido como Barranco Blanco, un tramo del Alaminos, que después desemboca en el río Fuengirola y consigue llevar así sus aguas de forma difuminada al Mediterráneo.
Barranco Blanco fue cambiando su sentido con los años. Llegó a ser un punto de fuga para muchos jóvenes, pero también para excursionistas experimentados en eso de andar por cursos fluviales. Allí no hay mucho que caminar, porque una vez superadas sus pozas y cascadas más impresionantes, el resto del cauce pierde espectacularidad.
Con los años, el lugar ya se puso en el mapa de muchos malagueños, incluidos aquellos que no se esmeran tanto en cuidar enclaves idílicos como éste. Al contrario, del empeño que ponen en sus redes sociales.
Mucho antes ya se había convertido en uno de esos lugares donde había que lamentar que alguien explicara como llegar allí. Botellas de cristal rotas, plásticos y otros desechos mundanos comenzaron a mostrar la cara menos amable de algunos visitantes, a los que los envases de sus bebidas parecen pesarles más vacíos que cuando los llevan hasta allí llenos.
Durante muchos años, los vehículos de dos ruedas fueron sustituyendo a los de cuatro. Hasta que las autoridades decidieron tomar cartas en el asunto para evitar que el tránsito de coches y motocicletas perjudicara aún más un ecosistema de ensueño. Barranco Blanco ha ido viendo como la sequía, pero especialmente la acción humana han deteriorado notablemente aquellas postales de pozas de aguas cristalinas y espléndidas cascadas.
Ahora, quien quiera ir hasta allí en verano (desde el 1 de junio hasta el 15 de octubre, normalmente) tendrá que afrontar un paseo de algo más de dos kilómetros. La prohibición es clara y concisa. Está terminantemente vetado el acceso en vehículo motorizado, salvo a los pocos residentes en el entorno.
Son muchos los visitantes que, ante la falta de alguna valla o cadena, han ignorado esta advertencia y han terminado sancionados con la correspondiente multa justo al lado del río, donde por ahorrar tiempo o esfuerzo habían decidido aparcar. Aunque salga a repartir entre cinco hipotéticos ocupantes de un coche, la sanción saldrá mucho más cara que las entradas correspondientes a un parque temático.
Los que este verano son respetuosos con las normas y con la naturaleza dejan el coche a tan sólo unos metros de la carretera MA-3303, que tras esa nomenclatura esconde la unión de dos pueblos del Valle del Guadalhorce, Coín y Alhaurín El Grande.
En unos primeros metros lo hacen cuesta abajo y en sombra, pero después toman conciencia de que el regreso habrá que hacerlo subiendo. El sol también les acompañará en algunos metros.
A Barranco Blanco llegan los primerizos este año con algo de decepción. También los que repiten. Ni rastro de la cascada tan impresionante que se veía en redes sociales. «Pues el año pasado estaba», asegura el integrante del grupo que hace las veces de guía. No ha cambiado radicalmente la pluviometría anual, pero la naturaleza tiene esos misterios. Quizás quiera ocultar ese ramalazo de agua que tanto atrae a públicos de todas las edades.
Frustrada una posible foto de perfil, no hay más remedio que subir junto al río para encontrar otra de las imágenes icónicas de Barranco Blanco, donde el verde se ve al fondo de las aguas cristalinas.
Alguien decidió colgar una cuerda para que sirviera para emular a Tarzán, aunque en los últimos años, con el nivel del agua, ya no da tanto juego. Tampoco mucha seguridad, pero afortunadamente de ahí se cae en el agua, no al vacío.
Hay quien dice que no va a Barranco Blanco porque no quiere borrar esa imagen que se llevó en la retina. También quien lamenta el día en el que este sitio, que durante años ha servido de piscina natural a coínos y alhaurinos, se pusiera en el mapa. De sus alrededores, lamentablemente, partió uno de los fuegos que provocó uno de los incendios más terribles que se recuerdan en Málaga.
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