Aracena, una trepidante excursión vertical por la Sierra de Huelva

Un centenar de metros hay de distancia entre una de las fortalezas mejor conservadas de la Sierra de Huelva y una de las cavidades con mayor interés geológico del país. Lo que más sorprende es que esta distancia es vertical, ya que la segunda se encuentra bajo el cerro en la que se asienta la primera.

La Gruta de las Maravillas y el castillo árabe son dos de las joyas más atractivos de Aracena, un pueblo que también atrae por sus sabores y por su arquitectura hasta el punto de convertirse en uno de los referentes del turismo de interior en la provincia onubense.

Da igual el orden por el que se empiece, pero tanto el recinto amurallado como la cueva son indispensables en Aracena. Hay que entender que la Gruta de las Maravillas es una cavidad de primer nivel, a la altura de otras cuevas de interés geológico en el ámbito nacional, como las de Nerja y del Tesoro, en Rincón de la Victoria.

Lo que más llama la atención de esta singular gruta es su ubicación, ya que se encuentra en el corazón del pueblo, en el seno del cerro del Castillo.

La geología ha sido caprichosa durante milenios y ha esculpido allí sorprendentes formaciones, en las que el agua y la roca son excelentes aliadas. Estalactitas, estalagmitas coladas, cortinas, 'gours', pisolitos o columnas conforman un sorprendente mundo subterráneo que con acierto fue bautizado como Gruta de las Maravillas.

A diferencia de otras cuevas, aquí no hay que buscar las huellas de los primeros hombres. Es más, gracias a que los humanos de la Prehistoria no pasaron por allí, esta impresionante cavidad conserva un aura de magia e incluso de misticismo, que evoca más a la ficción que a la realidad.

A través de un recorrido circular, el visitante primerizo va entendiendo la fama que ha adquirido la Gruta de las Maravillas en los últimos años. A cada paso, aparecen lagos de aguas cristalinas y formaciones rocosas con diseños imposibles e incluso vertiginosos.

El recorrido oficial dura apenas una hora, aunque eso es lo que marca el reloj en el exterior. En estas galerías y salas que nunca han visto los rayos del sol, el tiempo parece haberse detenido o, al menos, ir a otro ritmo (cabe recordar que hacen falta miles de años para la formación de una estalactita).

Ni siquiera el ambiente se parece al que pueda haber fuera. La temperatura media está entre los 16 y los 18 grados, dependiendo de la zona que se recorra. En los meses de invierno, la sensación al entrar será de más calor, mientras que en verano ocurre justo lo contrario.

Pero, claro está, no todo lo que reluce en Aracena es la Gruta de las Maravillas. Sobre ella brilla también otro enclave histórico, la antigua fortaleza árabe. Para ascender hasta allí se puede estacionar antes el vehículo en la plaza Alta o alrededores, ya que allí también se puede ver antes o después el centro de interpretación del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, que sirve para poner el contexto ecológico a esta villa onubense.

A la fortaleza se llega a través de sinuosas calles, con acceso restringido al tráfico de vehículos, lo que permite ir teniendo distintas perspectivas, según se sube, tanto del propio castillo como del casco urbano de Aracena.

Una vez dentro del recinto amurallado, se puede recorrer el perímetro del mismo para poder ver tanto panorámicas indispensables del pueblo como los principales elementos del castillo que aún se conservan o se intuyen, como algunas de sus torres o sus estancias.

Hay que tener en consideración que tanto para visitar el castillo como la Gruta de las Maravillas existe un bono turístico (entre 11 y 15 euros) que, además, incluye una visita al Museo del Jamón, situado también relativamente cerca (unos cinco minutos a pie desde la entrada a la cueva).

Además, también se pueden visitar en Aracena otros edificios y enclaves de interés, como las iglesias de Nuestra Señora del Mayor Dolor (junto al castillo) y de la Asunción (junto a la plaza Baja). También son indispensables sus plazas (Marqués de Aracena, Santo Domingo, Santa Catalina y Alta) y sus restaurantes (Montecruz, Jesús Carrión, Del Tinto al Odiel, Rábida o Vita Vinum).

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