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E. MÜLLER
Miércoles, 10 de mayo 2006, 02:00
El 10 de marzo de 2001, Armin Meiwes, un introvertido ex oficial del ejército alemán y experto en ordenadores, pudo dar rienda suelta a sus fantasías que acumuló desde la niñez y en la soledad de su casa en Rotemburgo, mató, descuartizó y, posteriormente devoró unos 30 kilos del cuerpo de su víctima. Más de cinco después años del asesinato que estremeció al país, la justicia alemán logró condenar a cadena perpetua al famoso Caníbal de Rotemburgo, tras haberlo encontrado culpable de asesinato. «Fue una muerte extremadamente perversa», dijo el juez, al leer ayer la sentencia.
Armin Meiwes siempre fue un «caníbal confeso», pero también siempre sostuvo que el no había cometido el delito de asesinato y que sólo podía ser castigado por haber cometido el delito de «homicidio por petición». En el primer juicio que se inició en diciembre de 2003, Meiwes repitió a lo largo de tres meses que el no había asesinado a su víctima. «Yo le ayudé a morir», insistió entonces el caníbal. «Mi amigo deseaba la muerte y disfrutó mientras agonizaba».
La fiscalía en cambio, sostuvo que Meiwes había asesinado a su víctima para satisfacer una oscura perversión sexual, un delito que debía ser castigado con la máxima pena. «La personalidad de su víctima nunca le interesó y sólo la utilizó como un juguete para satisfacer sus propios deseos. Cuando descuartizó y destripó el cadáver, Meiwes realizó un vídeo que utilizaba para masturbarse», alegó la fiscalía.
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