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El zorro Margarito, garbeo en Torroles

INTRUSO DEL NORTE ·

La fauna ibérica viene a nuestras costas desde la agreste sierra. Un buen síntoma

Lunes, 20 de abril 2020, 08:50

El zorro Margarito vendría quizá de la sierra, con aroma a hierbas del campo y las patas empapadas en romero y tomillo. Quizá rodeara ese raro triunfo del Monumento al Turista y pasara por la puerta de los primeros hoteles, donde ya no hay quien corte el césped ni quite las hojas del tiempo de la piscina.

El zorro Margarito, a juzgar por el vídeo, tenía una cola larga y un trotecito esperanzado de quien espera una velada receptiva en Torremolinos. A Margarito le cerraron el Galloping Major, el Tinna's, el obrador de las tortas y el mostrador de El Goloso en el pasaje. El zorro en la ciudad, así, giraba la cabeza como desorientado de que en Torremolinos no hubiese ya nadie, ni siquiera los flyers de El Colmao o esas guiris pasadas que se dan un zapateao en bolas encima del coche patrulla.

Torremolinos, confinado, no es un escenario para un zorro que sabe que lo que pasa en Torroles se queda en Torroles. El paseo de Margarito por la Costa tenía un fondo de fábula de Esopo cuya moraleja constructiva no terminé de alcanzar: quizá que, cuando faltan los turistas, el reino animal quiere también su garbeo por el Quitapenas, su bajada cachonda a la Carihuela, su paseo por el Bajondillo con esas tiendas que dan Nivea y el 'The Sun' y hasta cerveza alemana.

El confinamiento y los animales, en fin, que son los que le ponen los nombres a este secuestro necesario, al revés que en la canción de Dylan. La población flotante de zorros existe, y eso es bueno. Las raposas y los jabalíes y los patitos y las gaviotas asesinas están ahí, en nuestras cuatro esquinas cotidianas, sobreponiéndose a este accidente nuclear que parece que somos los seres pensantes.

El zorro Margarito paseó entre el silencio, y, al sagrado Egipto de su salvajismo, las farolas blancas le iluminaron un garbeo sin rumbo fijo que podría haber acabado en la orillita del mar, esperando al Portillo o en la torre donde mi amigo Munárriz inventa veranos de pálidas bellezas que duran sólo la Noche de San Juan.

Tampoco sé si el zorro Margarito se llama Margarito, pero a los animales que son TT hay que darle un nombre, un apellido, las llaves del apartamento en primera linea de playa y una caña rancia en lo de Antonio Macías, «por la noche y por el día» (sic). Y que viva el Torroles más auténtico.

El zorro Margarito quizá le haya cogido gusto a esto del trasnoche por la civilización costera, de natural alegre y poco confinada. Ya lo veremos -a Margarito-, cuando apriete el calor y seamos más libres y cuando lobos y zorros, torcaces y águilas nobles, bajen de nuevo a alegrarnos esta primavera que nos han robado entre los virus, los virales y el Viruelas...

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