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La tragedia es una golondrina sin alas. Promesa de vuelo sin cielo. Oscuridad de pluma y nido abandonado. El miedo a la primavera. La política ... como destino con su final triste. Putin como Esquilo y Trump como Sófocles.
La caída del muro de Berlín nos mostró la verdad sin propaganda del comunismo. La implosión de la URSS produjo un vacío ideológico que debía llenarse en un pueblo sin esperanza pero con orgullo. Yeltsin se derritió como un hielo en un vaso de vodka. Con la llegada de Vladímir Putin a la presidencia de la Federación Rusa llegó el cambio y la nueva identidad para los rusos con su denominada «democracia soberana». El pensamiento eslavófilo, su relación con la Iglesia ortodoxa como guiño a la tradición y su guerra contra los valores de Occidente, constituyen sus pilares fundamentales. Putin es Rusia, y Rusia es Putin. La libertad vigilada sobrevive en una sociedad que concede más valor al orden que al derecho. El terror da cohesión a esta nueva identidad rusa que Putin ha construido a su imagen y semejanza.
La sociedad estadounidense desde hace años muestra signos de descomposición. La imposición de ideologías basadas sólo en criterios de identidad, con un marcado propósito de reescribir la Historia y ajustar cuentas con el diferente, han propiciado un escenario para el debate público muy polarizado que favorece la ley del más fuerte. A esta crisis cultural evidente se le han sumado las urgencias del declive económico de una sociedad harta de mensajes condescendientes de las élites políticas. En este contexto de desilusión y falta de liderazgo, Donald Trump gana unas elecciones de forma abrumadora con su «Make America Great Again» y sus promesas de un futuro mejor. A través de sus conocidas órdenes ejecutivas escribe a diario el itinerario de la nueva identidad que quiere dejar como legado en su segundo y último mandato. Al llegar a la Casa Blanca, el nuevo presidente y su administración comenzaron con una serie de anuncios que desconcertaron a sus aliados más cercanos, en relación a sus amenazantes aranceles o sus afanes expansionistas territoriales.
Su triple mortal lo hemos conocido esta semana cuando el presidente Trump se ha posicionado contra Europa y Ucrania sin rubor, y ha mostrado sus simpatías por los postulados rusos en la guerra que ellos iniciaron. Ha comprado su propaganda podrida, ha señalado a Zelenski como culpable y lo ha excluido de la negociación para el final de la guerra que sufren de manera injusta.
El nuevo Vladímir Trump emprenderá acciones que nos helarán la sangre. En estos días recuerdo a Sándor Márai cuando escribió: «El deseo de ser diferente de lo que eres es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una persona».
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