Secciones
Servicios
Destacamos
JOSÉ LUIS RAYA
PROFESOR JUBILADO DE INSTITUTO Y ESCRITOR
Martes, 4 de febrero 2025, 01:00
Desde que estrené mi nuevo estado jubiloso siento una profunda nostalgia por los buenos momentos que a menudo te brinda la enseñanza, pletóricos incluso. Salir del aula con el deber cumplido y con la sensación de que los alumnos han conectado con lo que yo ... quería transmitir es una sensación extraordinaria.
Las nuevas tecnologías y esta despótica era de la imagen en detrimento de la portentosa magia de la palabra, impele a que los docentes nos convirtamos en malabaristas de la enseñanza para captar la atención del alumnado. Cuando llegas al Bachillerato, las chicas y los chicos se encuentran mucho más predispuestos. Aludo primero a las chicas porque en las líneas de letras, como Sociales y Humanidades, son ellas mayoría -ya puestos...-. No obstante, no tienes que entrar de lleno en la materia, sino que has de empezar aludiendo a la cercanía, como por ejemplo que Vicente Aleixandre pasó parte de su infancia en Málaga. «¡Hoy nos visita Aleixandre! ¿Quién? ¡Vicente Aleixandre!» Ya debería de ser un aliciente para centrarse un poco más. Y que tiene nombres de calles o plazas y algún colegio. «Mi primo estudia allí». «Sí, claro, está muy cerca del Santa Bárbara (el nuestro)». Y les declamo: Por aquella mano materna fui llevado ligero por tus calles ingrávidas. «Fijaos en ese momento en que su madre le trajo aquí a Málaga». «Calles ingrávidas: se refiere a un instante ligero, tenue. Cuando recordamos los bellos momentos de nuestra niñez suelen estar recubiertos de un halo de encantamiento y de lejano esplendor». Y les leo el poema completo. En aquella etapa yo estaba atravesando un duro momento emocional, así que mis ojos se humedecieron. No oculté mi emoción. El silencio, la sorpresa y la admiración flotaban por encima de todas las mentes absortas del aula.
Mantuvo estrechos lazos de amistad con los poetas de su generación y colaboró en diversas revistas literarias como Revista de Occidente o Litoral. «Hay un instituto con este mismo nombre». «Mi otro primo estudia allí». «Bueno, Javier, deja ya de hacerte el gracioso». «Es la verdad, profe». Les comento que Guillermo de Torre cuestionó eso de que sean una generación todos los poetas que anteriormente he ido nominando, puesto que sus tendencias estéticas son muy dispares. Y les agrego que con ser amigos o colegas debería ser suficiente. Añado que si vivieran en nuestro tiempo obviamente formarían un grupo de WhatsApp. Risas y más risas. A los alumnos les encantan estos paréntesis. También hablo de la camaradería de muchos de ellos en la Residencia de Estudiantes de Madrid. «Imaginad por un momento que en nuestra galaxia hubiera una alineación de todas las estrellas y planetas». «¡Hala! maestro, quéxagerao». «Durante la posguerra, muchos de sus amigos habían muerto, se hallaban encarcelados o se encontraban en el exilio». «Qué malas son todas las dictaduras, ¿verdad profe?». Aleixandre se convirtió en una suerte de guía moral o referente, como anteriormente lo hubo sido Juan Ramón Jiménez. Ingresó en la Real Academia y le concedieron el Premio Nobel en el año 1977. Seguramente en representación de todos aquellos irrepetibles poetas. Os recuerdo que a esa época se le conoce también como la Edad de Plata. Como ya sabéis la mayoría de estos poetas inició su camino bajo la moda estética del Surrealismo. Les hablo de André Breton. Y leemos estrofas de sus poemarios Espadas como labios y La destrucción o el amor: Las cabezas son nubes, la música es una larga goma, mientras las raíces de los árboles, temblorosas, sienten las uñas profundas como un amor que así invade... «¿Qué os sugiere todo esto?»... «Lógicamente, son metáforas que pueden referirse al momento delicado que estaba atravesando el poeta. La pintura surrealista de Dalí o el cine de Buñuel pueden ser otros claros referentes a esa etapa que se escapa del influjo de la razón y se revuelca sobre las viscosidades de los sueños... y de las pesadillas. No era un momento histórico feliz» «Profe, qué bien habla usted». «Gracias, Elvira, tú tienes que superarme». «La obligación del alumno es superar siempre al maestro». «Profe, te queremos». Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, rostro amado donde contemplo el mundo... «¡Qué bonito, profe, lo voy a anotar para recitarle estos versos a mi novio!». Deja, deja que mire, teñido de amor, enrojecido el rostro por tu purpúrea vida, deja que mire el hondo clamor de tus entrañas... «Profe, leído así con ese sentimiento, nos hace a todos enamorarnos de la poesía». «Y yo que me alegro». Más adelante se centró en su momento más vitalista y real. Cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo mira... «Es precioso, profe».
Conforme fue envejeciendo su poesía se hizo mucho más metafísica y profunda. La proximidad de su muerte y la cercanía de tantas muertes recientes transformaron su poesía en un denso y prolífico manantial de sabiduría y de dolor asumido, al asumirlo ya no duele. Es el fin. Yo he dormido mientras bailaba, o sueño. Soy leve como un ángel que unos labios pronuncian. Con la rosa en la mano adelanto mi vida y lo que ofrezco es oro o es un puñal muerto.
El sol de las dos y media de la tarde se escondía detrás de los tejados y cumbreras. El calor tibio menguaba y el aula se ensombrecía lentamente. El hambre hacía acto de presencia y ya empezaban a sentirse incómodos. El viernes los esperaba con los brazos abiertos. Necesitaban unos días de asueto y desconexión. Y sobre todo poder dormir y no tener que madrugar. Algunos comentan por lo bajini si van a ir a la fiesta de La Térmica.
Así pues...
Les proyecto una fotografía de Vicente Aleixandre. Y comentan algo referente a sus preciosos ojos claros y a los hermosísimos versos que concibió dentro de su calvorota. Y aluden a su sonrisa limpia y despejada. Dejo que terminen de copiar las etapas, sus características principales y los títulos de los libros más relevantes que he escrito en la pizarra. Yo soy de los antiguos. Hay algunas cosas que hay que copiar y memorizar. La cultura es básicamente memoria. Ya han sido contagiados por Calíope, la musa de la poesía. Suena el timbre. 14:45 exactamente. Concluye la clase, el día y la semana laboral. La mayoría sale precipitadamente. Unos pocos se quedan rezagados comentando algo sobre Vicente Aleixandre. Me miran y sonríen con complicidad. Siempre hay alguno que se acerca y me ofrece una libreta donde anota sus versos o escribe sus poemas. En todas las clases hay un poeta. Tenemos que mimarlo y protegerlo. Querido Gustavo Adolfo, es la única garantía para que siga habiendo poesía y no perdamos a la juventud en los frívolos vericuetos del Tik Tok y todas esas menudencias que no sirven para nada, excepto para convertirnos en seres inermes e inertes.
A la salida, un numeroso grupo de alumnos me abraza y me recita un poema de memoria:
...mirada repentina para un mundo estremecido que se tiende inefable más allá de su misma apariencia.
Y formamos una piña abrazados. Y lloramos todos bajo la cúpula de la Poesía y su inefable comunión, que nos une y nos eleva adonde los hombres y las mujeres vulgares no pueden subir.
Es el momento de mi jubilación.
Hasta siempre. Siempre nos quedará la Poesía. Con mayúscula.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.