Las fiestas de Navidad de 2020 y 2021 se han fundido en un extraño abrazo de contagios y vuelta a empezar. Hay que tomar nota, en Portugal han decidido que las fiestas se desarrollen con normalidad y un confinamiento de una semana en enero. Adelantarse ... tiene riesgos, se verá. De momento hay menos contagio y enfermedad en Suráfrica que en Europa. La nueva variante, cepa o como quiera que se le llame -Ómicrom-, a la espera de más información, parece ser más contagiosa y de efectos menos graves, bastante menos. Un epidemiólogo ruso, Dr. Oreshkin, ha sido el primero -y tras él, también algunos especialistas de la UE- en atreverse a sugerir la teoría de que la nueva variante desplazará a la anterior y dará de sí un desarrollo de la enfermedad muy leve, o sea, que con Ómicrom el virus en cuanto a su gravedad sería historia en un plazo de tiempo prudencial. Ojalá, es lo más positivo que se ha descrito ya en años.

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Lo cierto es que hemos aprendido un poco y el relato, desde que estalló la pandemia, ha sido variopinto. La diversidad de las vacunas, la llamada de atención sobre algunas en concreto -las dudas-, que si eran eficaces al 90 o al 95%, o que lo eran en menor porcentaje... La llegada de la nefasta noticia de que los vacunados se contagian y pueden contagiar, las cargas virales, la duración de la vacuna, una, dos y tres dosis... Algunas informaciones indicando que las dominantes Pfizer y Moderna no están actualizadas para combatir Ómicrom, el anuncio de una nueva vacuna para esta última variante en abril... O la irrupción de la nomenclatura: «vacunas esterilizantes», es decir, que las actuales pueden no serlo y en un futuro muy cercano puede haberlas disponibles.

Todo es un largo peregrinaje, o no tan largo, que debe llevarnos a hacer desaparecer interrogantes y abordar este problema con mayor capacidad para neutralizarlo prácticamente del todo. La sociedad busca certezas y tranquilidad y, lógicamente, se aferra a cada paso o decisión que dan o toman las autoridades. En cualquier caso, con respeto a todo el mundo, los increíbles excesos de buscar chips, efectos terribles y desoladores de la propia inoculación de los preparados vacunales, aviesas intenciones envenenadoras, etc. no tienen ningún sentido. Estas vacunas han sido la mejor respuesta que la ciencia ha podido dar. Aún queda mucho por decir de la decisión de Austria, Grecia o Alemania de considerar obligatoria la vacunación, de su debate en la UE, del presunto derecho de aquellos que rechazan ser inyectados o de las limitaciones a su movilidad y de los alérgicos.

En España, con un índice de vacunación de los más altos del mundo, los problemas son diferentes. Aun así hay una voluntad decidida de las autoridades sanitarias para extender la vacunación más allá del aproximado 90% de la llamada población diana, que tenemos la pauta completa. Ya no se habla de inmunidad de rebaño o grupo, quizá porque el posible contagio afecta también a los vacunados. Queremos saber, pero sólo el paso del tiempo nos lo dirá.

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