Viento. El viento, cuando llega a estas latitudes, se desparrama y tala palmeras secas, mueve los últimos jazmines y le da a noviembre una corporeidad ... de noviembre. Es noviembre en la veleta loca, y la ciudad, que se contagia de esa efervescencia mala que traen los malos vientos. El volcán nos ha enseñado que la madre naturaleza puede ser persistente si se pone a ello.

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Juanma. Visto a la distancia, 'fueraparte' las sobradas extrañas de Juan Marín, el balance de Moreno Bonilla no es malo. Más aún comparado con el Gobierno central y ese Frankenstein cambiante donde lo único seguro es uno de Teruel que se pega la gran vida en Valencia. Dice Casado que ponga las elecciones cuando quiera: y es que Casado/Teo cansa ya un poco con los méritos ajenos y un desconocimiento flagrante del poder territorial. Pero eso, claro, no le incumbe decirlo al arribafirmante.

Sexta ola. En Austria la gente no quiere encierros. Y hace bien. Hay quien teme -en Austria, digo- que el confinamiento traiga cosas peores. En Austria no existe el doctor Simón, pero está bien que la buena gente de Viena y alrededores tema lo que nos hemos tragado en España.

Sacramento. Leo el libro de Antonio Soler y es el retrato de una Málaga oscura y no tan lejana. El libro pesa en el alma, abre los conflictos morales del lector y pone en solfa el maniqueísmo. Bravo por él. Ha hecho posible que Málaga sea un territorio universal en lo literario. Como Faulkner, como Galdós con mi pueblo.

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Cádiz. Cuando uno quiere tanto a una ciudad no puede entender tanto kichismo. La última del munícipe gaditano fue la de exclamar, en la turbamulta de ese «sindicalismo hiperventilado» (García Reyes dixit), algo así como que «tenemos que meter fuego para que en Madrid se fijen en nosotros». Habría que preguntarle al carnavalero metido a la política qué es «Madrid» y qué es «nosotros». Y que no nos responda cantando, bendito sea Dios.

Navidades. No serán éstas que empiezan este jueves -creo- unas navidades cualesquiera. Yo, por si acaso, estaré en Madrid viendo a 'El Consorcio' porque me abate la nostalgia de lo no vivido. No serán unas navidades normales pero habrá que hacer el esfuerzo de siempre; confiar en la Ciencia, rezar lo rezable y echarle los perros al rico avariento que además de avariento es antivacunas.

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Libro. Ayer cumplí dos años desde que publiqué mi último libro. El aniversario no es ni feliz, ni infeliz. Hay, eso sí, otro libro en el horno. Recuerdo, más que la presentación, que por la mañana me llevaron a un reportaje al cementerio del Pardo, donde Franco, y me quedé encerrado en el WC. Una anécdota, una más, para un hombre de anécdotas como yo.

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