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Alfonso Palacios
Ingeniero industrial
Lunes, 31 de marzo 2025, 02:00
Contrariamente a su sentido poético, siguen un patrón rígido y no emergen de la creatividad. Siguen una estructura rígida, sin armonía, y con una métrica ... rimada por los poetas de la nada. No van más allá de una ficción, no representan a ningún universo, son siempre lo mismo. Ni versos, ni meta: los metaversos.
Durante los últimos años nos han vendido la idea de un maná virtual que revolucionaría nuestros modos de trabajo, la forma de relacionarnos y hasta la manera de entretenernos. Nos convertiríamos en muñequitos con los que pretenden representarnos en escenarios y situaciones que se nos muestran como cotidianas. Pero, ¿para qué? ¿Para encerrarnos aún más en las pantallas? ¿Para distanciarnos aún más del contacto humano?
El concepto de metaverso tiene sus raíces en la ciencia ficción; fue Neal Stephenson quien acuñó el término en su novela 'Snow Crash', en 1992, donde describió este espacio digital como una evolución de internet en el que las personas interactuaban a través de avatares.
No obstante, fue a principios de los 2000 cuando se empezó a explorar una idea más concreta de los mundos virtuales compartidos en videojuegos y plataformas on line, como Second Life, permitiendo a los usuarios crear identidades digitales para relacionarse y participar en actividades dentro de entornos imaginarios.
Con todo, fue durante la pandemia cuando el término volvió a cobrar fuerza. Ante el aislamiento que sufrimos en esa época tan oscura, empresas e instituciones vieron en estos espacios una posible alternativa para socializar más allá de las videollamadas. Y así, la maquinaria para promocionar los metaversos se puso en marcha.
El problema es que la quimera vendida nunca ha terminado de cuajar. Los grandes proyectos de metaverso están siendo, en su mayoría, fracasos estrepitosos. Sin ir más lejos, Apple está repensando seriamente sus proyectos de gafas de realidad aumentada y virtual. Las desmesuradas expectativas tras su lanzamiento, lleno de pompa, y que nos dejó imágenes propias de una distopía, con personas caminando por la calle con una especie de casco de mosca, parece que están cayendo en saco roto.
Sin darnos cuenta, nos intentan virtualizar aislándonos cada vez más. Como cantaba John Lennon en 'Isolation': «Sólo eres un humano, una víctima de la locura... tenemos miedo a estar solos..., aislamiento». O Paul McCartney en 'Eleanor Rigby': «Mira a toda esa gente solitaria».
La tecnología no debería acentuar la soledad, uno de los mayores problemas de nuestra sociedad. Según el Barómetro de la soledad no deseada en España 2024, elaborado por la Fundación ONCE y la Fundación AXA, una de cada cinco personas experimenta este sentimiento. Pero lo más alarmante es que los jóvenes de entre 18 y 24 años son la franja de edad más afectada, con casi dos de cada cinco sufriendo este problema.
El Dr. Álvaro Pascual-Leone, neurólogo y catedrático de la Universidad de Harvard, ha señalado que la vivencia de soledad tiene un impacto comparable tanto al consumo de 15 cigarrillos diarios como al de la obesidad. Por su parte, el Dr. Vivek Murthy, exjefe de salud pública de Estados Unidos, destaca, además, que la soledad incrementa el riesgo de muerte prematura en casi un 30%.
La tecnología no tendría que empeorar las cosas y hacernos más infelices. La tecnología no puede usarse como una herramienta de marketing que nos aleje aún más de la relación real entre personas. Los que están detrás de ella no deberían contarnos falsedades con fines lucrativos o de poder intentando imponernos aplicaciones sin sentido.
Volviendo a Eleanor Rigby: «Padre McKenzie, escribiendo las palabras de un sermón que nadie oirá. Nadie se acerca. Mírale trabajar, zurciéndose los calcetines por la noche, cuando no hay nadie. ¿Qué le importa?».
Siguiendo con la música, sí, en los metaversos también han replicado conciertos de forma virtual, asegurando que la experiencia era igual, o incluso mejor que la real. Para aquellos que pensamos que la música es la expresión artística más sublime, escucharla en directo es una vivencia de comunión espiritual, por lo que reducir esta experiencia a una pantalla con representaciones de bits de los artistas y del público es, como poco, un sacrilegio.
La música, en su diversidad y riqueza, nos ha acompañado a lo largo de la historia, siendo un reflejo de nuestras emociones y culturas. De la misma forma, la tecnología es una de las principales señas de identidad de la humanidad. A través de su constante evolución, ha redefinido no solo la forma en que vivimos, sino también cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo interactuamos con el mundo. La tecnología ha sido un motor de cambio social, económico y cultural, donde no todo lo nuevo ha sido necesariamente mejor.
Los metaversos, que prometían revolucionarlo todo, han envejecido antes de nacer, gripando ese motor tecnológico incluso antes de arrancar. Tal vez, en lugar de perseguir mundos virtuales que nos alejan de la realidad, deberíamos utilizar la tecnología, no para que nos aísle, sino para que nos acerque. Para que nos conecte más como seres humanos en vez de separarnos.
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