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Con la situación tan dura que está viviendo Venezuela en este momento, sobra histrionismo y se echa de menos en todos los actores políticos en liza (incluido Maduro), la mesura en sus actuaciones para abrir una vía de solución a esta crisis, y no echar ... gasolina al fuego. Creo que es necesario partir de unas premisas, que no son otras que la democracia y el respeto a los derechos de los venezolanos (en especial su dignidad e integridad). Si esto falta, todo lo demás es cuestionable. A primero de este mes, un grupo de expertos de mandatos de Procedimientos Especiales (personas independientes en derechos humanos nombrados por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para abordar situaciones específicas de países o cuestiones temáticas en todo el mundo), han denunciado que antes, durante y después de las elecciones hubo detenciones arbitrarias, uso excesivo de la fuerza contra manifestantes, homicidios, desapariciones forzadas, hostigamiento, despidos ilegales, persecución y fiscalización de personas identificadas como opositoras, incluyendo opositoras políticas, y personas que ejercían sus derechos de reunión pacífica y libertad de expresión, así como violaciones de las garantías procesales, para concluir que «Hay evidencias de un patrón sistemático de violaciones de derechos humanos, que impide el pleno disfrute de los derechos fundamentales y aumenta el riesgo para la vida de cualquiera que sea crítico con el Gobierno». Si en otros casos se otorga veracidad a estos informes (sin perjuicio de fundados desmentidos concretos que puedan realizar las autoridades), no cabe descalificarlos ahora cuando afecta a Venezuela.
Pero las verdades hay que contarlas enteras. Causa sonrojo el 'fervor democrático' que algunos gastan con Venezuela, que contrasta con la indiferencia por los derechos humanos (e incluso activa colaboración en su violación), que algunos Estados y poderosas empresas mantienen respecto a sangrientas dictaduras o estados como Israel que practican el genocidio con la población palestina. En estos casos ni hay elecciones, ni oposición, o en el caso palestino, se bombardea directamente a la población. Esta infame doble vara de medir de algunos no debe justificar en modo alguno las tropelías de Maduro, pero conviene recordarlas para que no se establezcan sufrimientos de primera y de segundo en el mundo.
La solución no pasa por un reconocimiento unilateral del supuesto triunfo de Edmundo González, sino por la inmediata publicación de todas las actas originales y la verificación imparcial e independiente de esos resultados (gane González o Maduro), para garantizar el respeto a la voluntad del pueblo venezolano expresada en las urnas, en el marco de un diálogo amplio, inclusivo, para facilitar un acuerdo político que auspicie la reconciliación nacional, la paz, la seguridad pública y la democracia en Venezuela. Y desde luego, abogando por una solución genuinamente venezolana en la que prevalezcan la democracia, la justicia, la paz y la seguridad, evitando la entrada a saco de intereses foráneos al asalto del petróleo y en contra del bienestar de los venezolanos. Y por si alguien siente la tentación de llamarme comunista (algo que, por cierto, es verdad), por lo antes escrito, debe saber que coincide con la posición de la Unión Europea.
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