¿De qué vas, listo?

Hay gente que rivaliza, en materia de estudio, con personas que han dedicado toda su vida al estudio. Ocurre con los médicos, los científicos o ... los sacerdotes. Papa incluido. Hace unos días no salía del asombro cuando J.D. Vance, muy listo él, daba lecciones al papa Francisco. ¡Qué susto me dan los nuevos conversos! El vicepresidente de USA se convirtió al catolicismo, creyó encontrar en él, lo que su abuela siempre le había dicho sobre el cristianismo, pero, no contento con eso, ha respondido al papa Francisco con una discrepancia teológica a la hora de abordar la caridad cristiana, el llamado «ordo amoris» que predicó San Agustín. Me hubiera gustado ver a este hombre rivalizar con Benedicto XVI, especialista en el santo argelino, recordemos que Agustín nació en Hipona, en la actual Argelia.

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Lo que Vance contesta a Francisco no es nuevo, quien escribe lo ha visto defender en comunidades parroquiales de la diócesis de Málaga: primero nosotros y luego el resto. Eso, en síntesis. Algo que Francisco rebate: el amor cristiano es la base de una fraternidad abierta a todos. El Papa lo defendía en su carta a los obispos estadounidenses sobre las medidas antimigratorias de la administración Trump.

Estamos ante un permanente cuestionamiento del orden moral, también en materia teológica. Algo que, en principio, no sería preocupante, si estuviese acogido al estudio y análisis por parte de especialistas; no de políticos venidos a teólogos con interpretaciones teológicas más o menos interesadas ideológicamente. Reflexiones que ofrecen una interpretación incompleta de la extraordinario análisis de San Agustín, ya que, para él, el amor cristiano no se divide en círculos concéntricos en los que el yo y sus preferencias son la norma, sino que ofrece un horizonte que va más allá de la filantropía con los consiguientes gestos valientes y proféticos.

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