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Vivíamos felices en nuestro eurocentrismo, ese que nos iba a salvar pronto del virus, y ahora nos peleamos por ser los primeros en echar mano al clavo ardiendo de la queimada de vodka. Me acuerdo de las bromas sobre la vacuna rusa con nombre ... rimbombante: Sputnik V. En la vieja Europa nos dábamos golpes de pecho con los investigadores de Oxford, las multinacionales y sus presupuestos 'messianicos' (de Messi). Mientras, en algún laboratorio que aquí se vería como rudimentario, científicos pagados por el Estado, o sea, cortos de rublos para acabar el mes pero con mucha mili siberiana en lo alto, hicieron una vacuna efectiva, fácil de producir y que cuesta cuatro duros. Como principal efecto secundario –al menos, que se sepa– tiene el hecho de que se corta con el alcohol y hay que dejar de beber durante 56 días. Es algo que sin duda agradecerán nuestros machacados hígados, pero que a alguno de mis amigos hace implorar que le pongan «la del trombo». Así está la cosa con la ansiedad y el vino, que al menos dicen que protege del bicho. Me aferro, si me tocara ponérmela y estaría encantado, a la definición de alcohol que hace un ruso, y que seguro que no incluye a los grandes caldos de las uvas rondeñas.
Nos hemos tenido que envainar la soberbia y ahora todos los países europeos, incluso regiones como la andaluza, andan negociando con los vecinos del norte que nos manden pinchazos de lo suyo, pues la avaricia de las multinacionalesy la pereza de las instituciones de la UE (esto va de pecados capitales) a la hora de negociar han convertido nuestro proceso de vacunación en un verdadero desastre. En la Costa del Sol igual tenemos suerte y los de Putin nos mandan unos cuantos miles de dosis, a cambio de semanas de vacaciones pagadas para su gente en un todo incluido de Torremolinos. La principal condición será que haya mucho vodka del caro, puesto que ellos, para este verano, ya habrán terminado el calvario abstemio y estarán listos para darlo todo. No sería mal trato, dadas las circunstancias.
No recuerdo, y que el autor me perdone la mala memoria, quién fue el que dijo una frase que para mí se ha convertido desde entonces en una especie de mantra, que aplico a muchas situaciones de la vida. Sé que fue una madrugada de copas en algún garito del Centro, hará cosa de veinte años. Aquel Séneca de la vida, a la vista del percal y en un contexto que seguro les sonará, de las más básicas necesidades del ser humano, sentenció algo así como: «No te rías a las 12.00 de lo que te comerías a las 2.00 y por lo que pagarías a las 6.00». Pues eso.
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