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Ahora que se va de gañote a Campanillas, ahora que en el bus se va templando esta primavera sobrevenida es hora, sí, de ponernos con Loma y con su ángel vacilado. José María de Loma, malagueño y en la competencia es, sin embargo, un paseador de las habitaciones últimas de la sangre. En su libro 'Vacilarle a un ángel' que ha publicado Unicaja nos sale el periodista que pasea unas calles que, de universalísimas, son malagueñas.
Loma, por ventura, no es un columnista gallego, aunque publique por Vigo y sea aplaudido en las rías galaicas o por las vascas. Loma es la sorpresa mejor de las noches con el Teorías, cuando aparece con su bufanda cruzada y un paquetito de libros en una mesa de fumadores en las cenas cachondas del centro, en ese pentecostés de nuestras letras. Ha interiorizado Loma lo que puede ser el mejor malagueño, que es cosmopolita, español, cachondo, y que sale a la puñetera rúe con ojeras en la cara y empatía en el alma.
Loma es de la competencia, sí, pero es hermano, que diría Bobi Gómez en 'El chiringuito'. Aquí José María, al que edité para ese libro previo a 'La España canallita' que fue 'Mala Málaga', es capaz de encontrarle la musa a qué sé yo: al Plan de Saneamiento Integral o a una mañana en la playa o al chino que abre cuando más se le necesita. También le canta al gazpachuelo, que el lirismo no está reñido con la buena vida aquí y ahora.
En Loma hay esa bondad machadiana que evita las acideces, y cualquier cosa de eso que llamamos actualidad es sublimada por Loma con un mecanismo lírico parecido al que Gómez de la Serna usaba con una gallina, con la horchata o con una muñeca de tamaño natural. Un concejal en Fitur ya le sirve para hacer un relato entre el realismo mágico y la coña consistorial.
Sus influencias también pasan por Cela, en un puchero creativo puesto al servicio de lo que está pasando y de lo que está por pasar.
Quede dicho también que Arturo Torremocha, creación de Loma, merece una serie en Netflix. Arturito en El Pimpi Florida o Arturito en el AVE: Arturito es un poco Ábalos y por eso los queremos tanto.
A veces conviene pararse, tomar perspectiva, equilibrar los humores y hablar aquí de otros cronistas de esa Málaga que pasa y que es la más nuestra. La que existe a pesar de las franquicias y de los cruceros.
Yo he leído a Loma así, agrupado, porque todo columnista es un mundo y lo episódico, cuando trasciende el papel de prensa, es literatura. Con él, aunque se esté en el Norte de lo que queda de España, volvemos a nuestras calles y a los mejores años en los que leímos a José María, aún sin esas canas de sabio bueno.
Loma no ha perdido la óptica del niño ante lo cotidiano. En eso consiste el Periodismo, incluso.
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