La última uva hidroalcohólica
INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
Habrá más Nocheviejas para rompernos los tacones y matarnos a churrosNo, no ha sido un buen año. Ni con nostalgia de los que aprendieron a hacer empanadillas ni del teletrabajo. En esta última columna de ... año hay que hacerle un corte de mangas al peor año de nuestra vidas, con toda la fuerza de nuestras convicciones y de la esperanza. Acaso porque sólo nos queda ya la gloria, que diría el poeta, y mientras, ay, hemos tenido que soportar la distancia y la infamia de muchos.
A última hora comprendimos que en España sobraban politólogos y faltaban científicos, y que somos tan vulnerables que de la supervivencia hay que hacer un arte.
Curamos la gran herida de la avenida de Andalucía, por donde reman los suspiros y los atascos, pero estábamos tan acojonados que el hito urbano se nos pasó como pasan las cosas municipales cuando todo un mundo, ahí fuera, se derrumba. Escribo al aire libre por una claustrofobia diagnosticada después de un marzo que me acosté y un mayo que me levanté, en un sótano con un anciano que hizo de hermano pequeño y un tito de Huelin al que le hurtaron el incienso. Hay que terminar el año como sea, huir de los trolls, salir al pinsapar de Yunquera cuando caiga el nevazo de Reyes. Hay que vacunarse, sí, pero cuando uno se pinche que se acuerde de la moral de victoria que propalaba aquel Narciso que nos metió un estado de alarma para que Rufián y los que les huele el alma a pólvora nos digan cuál ha de ser el futuro: el de las colas del hambre y los 'buenanoshes'.
El hombre, el malagueño, vive de esperanza. Y así salen estos días de sol y viento loco, quizá para desinfectar la atmósfera y meterle ozono a la cosa. Las conchas finas han menguado, y no sabe uno si por cosa del confinamiento o del cambio climático. Hemos conservado el gusto, el olfato, pero a cambio hemos desarrollado un hedonismo triste: reír como si no hubiera mañana; o como si el mañana fuera la víspera de otro secuestro civil como ese que nos metieron y que nunca perdonaré. Perdonen la franqueza. No se trata de desear un año nuevo, que también. Sino de que se nos aparte ya este cáliz de amargura y la profilaxis sea una opción, y no el único remedio para salir del portal, de la zona básica de salud o lo que sea.
Quizá ya no haya un tiempo más raro que el que vivimos. O nos metemos endorfinas y Pfizer por decreto, o la humanidad va a quedar en manos de los malos. Recuerdo ese poema cursi de Benedetti que se sacó ZP musicado por los suyos: «Defender la alegría como una trinchera». Lo cursi, en el fondo, abriga, que decía González Ruano y por eso el siglo XXII empezará cuando nos tomemos la última uva con sabor a gel desinfectante. Ya habrá más Nocheviejas con tacones rotos y merdellones con atracón de churro.
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