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El turismo es uno de los sectores con mayor incidencia en nuestro crecimiento y desarrollo socioeconómico, pero el turista comienza a coger mala fama, y a eso hay que darle respuesta, poniendo a cada uno en su sitio. Si partimos de la definición de turismo ... como conjunto de actividades que las personas realizan durante sus viajes y estancias en lugares distintos a su entorno habitual, todos somos potencialmente turistas en muchos momentos de nuestra vida. Y no podemos negar a los que vienen de fuera lo que nosotros pedimos cuando viajamos: servicios para atender las necesidades de quien tiene que dormir, comer y divertirse fuera de su domicilio habitual.
Son muchos los operadores económicos que se mueven en este complejo mundo (establecimientos de alojamiento, empresas de viajes combinados, guías y oficinas de turismo...), a lo que cabe unir otros, que sin estar destinados de forma específica al turista, en determinados momentos tiene a este como cliente principal (restauración, lugares de ocio, tiendas de recuerdos..). La única manera de que todos podamos convivir sin estridencias, es el mutuo respecto a los derechos y obligaciones que las leyes establecen en cada momento. El turista debe respetar el entorno medioambiental y el patrimonio histórico y cultural del destino de su viaje. Por su parte, las empresas turísticas deben garantizar la seguridad y comodidad de sus clientes, sin pérdida de un gramo de derechos y seguridad de sus trabajadores, y sin malas prácticas ni afán de lucro desmedido que provoque enfrentamiento entre los propios del entorno y los que viajan. Y las autoridades deben comprobar el cumplimiento de la normativa vigente, persiguiendo en especial las actividades clandestinas.
Esto de desplazarse es propio de los humanos desde tiempo inmemorial, y de hecho la conformación de los actuales asentamientos de población no dejan de ser el producto de ese movimiento, inspirado casi siempre por ese pequeño detalle de que si no comemos, nos morimos, y en otros tiempos, el abastecimiento de alimentos no estaba nada organizado, y si la comida no venía a recibirte, pues había que buscarla dando a los primeros pasos del 'turismo gastronómico'. El placer de conocer otras culturas, lugares o gentes es una motivación reciente y creciente, consolidada por la formidable evolución de los medios de transporte, y con el nacimiento del sector del turismo, que es el que permite que el viajero se desplace, hospede, coma y además disfrute de los encantos del lugar elegido. Se trata de vivir, con las personas que eliges, momentos inolvidables mirando, escuchando o respirando lugares distintos y lejanos; es algo que se debe hacer para responder a la pregunta ¿te acuerdas de...? Una mirada, una anécdota, una risa, un silencio, todo sirve para responder a quien ha compartido asiento, mesa (con sus correspondientes clavadas en algunos casos), hotel, caminatas, fotos, instantes que no volverán a ser iguales, pero que nos siguen provocando los mismos sentimientos y emociones. Tenían toda la razón los payasos de la tele, «El viajar es un placer, que nos suele suceder».
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