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Me da miedo la gente que concibe el mundo y su entorno en términos de 'nosotros' y 'ellos', porque suele servir para justificar la desigualdad. ... Y cuando el que lo utiliza es el presidente del país más poderoso del mundo, pues más miedo todavía. El problema gordo no es que él piense así, sino que le ha votado mucha gente a la que le parece fenomenal eso de dar privilegios a unos castigando a otros, porque hay categorías de personas.
Es un apoyo volátil que puede desaparecer en cualquier momento, porque cuando alguien se queda fuera del grupo de privilegios o no saca tajada lo que antes le parecía fenomenal ya no lo ve bien. En cuanto el amiguísimo Elon Musk empezó a perder pasta en la bolsa con la política de aranceles se le pasó la afinidad y empezó a despotricar contra el asesor económico con argumentos sesudos tipo: «Es un imbécil, más tonto que un saco de ladrillos». Después de invertir muchos millones en la campaña electoral de Trump hacerlo directamente contra él, que también es su jefe en el gobierno y el que al final decide digan lo que digan los asesores, era raro.
La concepción del mundo de Donald Trump es así: gobierna un país como el que dirige una empresa, con el único objetivo de conseguir beneficios para el 'nosotros' y al resto del mundo, que le den. Defendiendo con frescura ese nacionalismo de la república independiente de su casa y tomando decisiones al más puro estilo de sujétame el cubata que no hay huevos y creando problemas donde no los había. Nacer en un país, en una fecha determinada es pura casualidad, no es algo que dependa para nada de nosotros, ni que consigamos con esfuerzo. Sin embargo, mucha gente se 'siente orgullosa' de haber nacido aquí o allá. Para mí es más bien algo que te produce alegría si has tenido suerte de caer en el mundo privilegiado y viceversa.
Trump lo mismo se monta una guerra comercial mundial que deja a la humanidad temblando ante la perspectiva de una recesión que se dedica a crear un decreto para que salga más presión de las alcachofas de las duchas americanas, una de sus promesas estrella en la campaña electoral. En medio de la guerra de aranceles ha podido cumplirla y ha dicho: «Me gustaría darme una buena ducha para cuidar mi precioso pelo». Sí, sí. No es coña. Y no me refiero a lo de que no tenga pelazo. Tiene una batalla con los demócratas y, según quién gobierna, se ponen o se quitan restricciones para evitar el desperdicio de agua.
Esto promete.
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