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El inmenso dolor por las muertes producidas en los sucesos de Valencia y su provincia abre muchos interrogantes, entre los que destaca la necesidad de elaborar un muy ambicioso proyecto integral de protección contra fenómenos similares en el futuro. Lo primero es atender las necesidades ... de las víctimas, ropa, comida, alojamiento más que digno y el mayor aliento moral e institucional posible. La limpieza de los restos de la tragedia, la reconstrucción de los pueblos afectados y todos los esfuerzos necesarios para conseguir acercar la vida de todos a la normalidad. Éstos y no otros son el foco y el objetivo donde las administraciones han de poner toda su energía sin el mínimo desfallecimiento.
Aparte de conclusiones netamente políticas y más que enseñanzas de futuro, pagadas muy caras por tantas vidas perdidas y tantos daños sufridos, parece claro que también hay un mensaje técnico e hidráulico. Hay que devolver la palabra a la ingeniería civil, esa cuyo origen es tan antiguo como la propia humanidad. Las comunidades primitivas se las ingeniaron para hacer acopios de agua junto a sus moradas con pequeños azudes u otras obras elementales. A partir de ahí, pueblos y ciudades, cuyas poblaciones son mucho más numerosas, han precisado infraestructuras de exponencial mayor tamaño y sofisticándose obras y resultados. Es necesario que todo el mundo entienda que hay que seguir protegiendo a las comunidades humanas de los fenómenos naturales dañinos para su continuidad, como hacemos frente al calor, al frío o al viento.
Más aún si, cíclicamente, conocemos de lluvias y crecidas fluviales cuya reiteración histórica documentada refleja una importante incidencia de pérdidas humanas y materiales. Limpiar cauces y construir infraestructuras de contención de agua, espacios de seguridad para su almacenamiento evitando su libre paso, son conductas y acciones cuya de probada necesidad y eficacia. El ser humano es también parte de la naturaleza y sus iniciativas materiales no son extraterrestres. Respeto medioambiental sí, inacción y abandono a su suerte de los enclaves que rodean a nuestros pueblos y ciudades, no. Menos aún ignorar episodios que puedan llegar a arrasar la vida, así como edificios y viviendas. Alguna vez podremos deducir que tanta demonización de las construcciones humanas no son sino desprecio al prójimo tomado por ajeno.
Finalmente, resaltemos que esto no es la pandemia. La llamada al 'erte' nos recuerda que con el covid los negocios y los locales estaban intactos a la espera de ser reabiertos, ahora han sido destruidos. Hay que restaurar la economía de la gente y sus empleos. No basta con auxiliar con lo mínimo, ponerlos a salvo y facilitarles agua, comida y alojamiento. Hay que hacer viable nuestro modo de vida de forma urgente con rapidez y eficacia.
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