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Tiempo de mentiras

Eje de ordenadas ·

Da igual que desmientan con datos oficiales las denuncias falsas por violencia de género, porque en este escenario demente lo oficial es en sí mismo sospechoso

Elena de Miguel

Málaga

Miércoles, 9 de enero 2019, 00:04

Todo lo falso abraza una intencionalidad. Incluso en lo falsario nada está al azar aunque lo parezca. Hay algo aspiracional en la mentira, en la falsificación, en la patraña. Polipiel, aglomerado, uñas de gel, sucedáneo de caviar. Hay un me gustaría que fuera; un quiero que sea o que parezca o, directamente, un haré como si fuera. La realidad impostora no debería suponer un peligro si entre todos convenimos que es un embuste, una jugarreta. Pura ficción. ¿Te lo has creído? Y entonces, se hace la luz y todos nos admiramos de nuestra credulidad. La próxima vez no me la cuelan. ¿O sí?

En plena era de las nuevas tecnologías, cuando acceder a la información está más al alcance que nunca, nos hemos vuelto bobos de remate, con una candidez que raya lo temerario. Denunciamos la manipulación, pero caemos en ella a lo más mínimo, es más, la propagamos sin pudor e, incluso, sin maldad. «Comprobado, no es una inocentada del 28 de diciembre. La han sacado a final de año para que pase más desapercibida. El español para que lo estudien como lengua extranjera en Cataluña y el País Vasco». Un pantallazo de Google, otro del BOE y varios emoticonos enfurruñados. Para qué más pruebas. Reenviemos el mensaje 'ipso facto'; elevemos la indignación a la enésima potencia. Qué más da si realmente son convenios para que profesores enseñen español a extranjeros. No lo parece y funciona a la perfección en estos tiempos de cólera. Que la verdad no te estropee una bonita trola.

Los espadachines de los bulos son aguafiestas y sospechosos 'per se'. Da igual que desmientan con datos oficiales las denuncias falsas por violencia de género, porque en este escenario demente lo oficial es en sí mismo sospechoso. Lo veraz es el Whatsapp que rula vía móvil, el exabrupto, el tuit, el vídeo grabado con un teléfono. El mensaje que me manda mi amigo, que es de fiar, pero que a su vez se lo mandó un colega de un colega.

Durante la campaña de las elecciones andaluzas, proliferaron los vídeos 'bienintencionados' que provenían de muy buena fuente, como aquel del médico de Melilla que se quejaba (sin dar la cara) de las abundantes recetas que prescribía a diario a inmigrantes. O el del musulmán (nótese que a la persona se la refiere por su religión no por su nacionalidad) que agredía de un puñetazo a una doctora. «Musulmán dando las gracias por su acogida en Europa en un centro de salud español. Imágenes que TVE no difunde para no caer en la alarma social. ¡Manda huevos, nos van a comer con patatas!». Sucedió en Rusia, pero el bulo superó con creces los desmentidos. ¡Si lo estoy viendo con mis propios ojos! ¿No ves? Compartamos desde nuestro cómodo sofá. Es sólo un gesto por el ¿bien? de todos. Esparzamos la falsedad hasta que se haga una mentira tan sólida que sea munición política, que se negocie en mesas oficiales y, entonces (¿quizá ahora?), ya sea demasiado tarde para exigir la verdad.

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