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Las referencias son tan importantes como la ley de la gravedad. Si nuestro cuerpo se debe al centro de la Tierra, pues su peso e inercia van hacia él dirigidos y nos erguimos y caminamos o nos sentamos, atraídos por su requerimiento físico, de la misma manera nuestras instituciones sociales y administrativas, convenciones y costumbres, están ancladas en nuestro ser, cordura y equilibrio, como postes inalterables. La irrupción de la pandemia y el catálogo de limitación y recorte de las libertades individuales del decreto de estado de alarma y la incertidumbre han modificado de forma notable muchas de nuestras referencias e instintivamente buscamos las sustitutas.
Por ello convendría poner empatía, inteligencia y decisión en impedir que nadie imponga lo que no debe ni consiga hacer permanente lo que sólo debe ser excepcional. Unas gotitas de pensamiento individual y respetablemente rebelde son una pócima realmente saludable para que tomemos con moderación pero sin falta estos días. La colectivización de los balcones aplaudiendo o no haciéndolo -razones hay para lo uno y también para lo otro- está muy bien y tiene su sitio, pero no dejemos de tener claro que somos la suma de todos tomados uno a uno, persona a persona. Cada uno es y está dotado de dignidad e individualidad y el coro vociferante de la colectivización no debiera hacernos perder el sentido de la realidad y de la democracia.
La pandemia asola a buena parte del mundo, pero los efectos son diferentes en unos países respecto de otros, las causas son muchas, algunas desconocidas. Por si acaso, hemos de perseverar en analizar el porqué de muchas de las diferencias para abordar el horizonte de salida. Ante un virus aún sin vacuna y una enfermedad que no tiene un tratamiento tipificado y general, las medidas de vuelta a la normalidad son muy cuestionables y un asunto realmente delicado. Hay que resaltar que lo ideal sería testar a toda la población y en nuestro país estamos realmente lejos de esa posibilidad, no solamente por lo que efectivamente pasa, sino también por lo que conocemos de los planes de los responsables. Más allá del fiasco de la compra de materiales -test entre ellos-, los intermediarios elegidos -sin licencia la mayoría-, los productos obtenidos sin un mínimo de calidad y eficiencia, el descarte de las industrias y laboratorios españoles a los que podrían adquirirse, etc., preocupa sobremanera que el Gobierno aún no haya decidido diseñar un programa de test masivos. Conviene recordar y aclarar que el confinamiento general -aparcados en una cochera- al que estamos sometidos no cura, no destruye al virus ni acaba con la enfermedad, sólo aplaza el problema, sólo nos oculta temporalmente de su contagio y, a cambio, no colapsamos los hospitales. Por ello, hace falta saber la respuesta que nos darían los test. Pues de ese modo se mantendrían en cuarentena los portadores asintomáticos y recibirían tratamiento todos los que lo precisen. Y más, aquellos que tengan la inmunidad -que así lo demuestren las pruebas- podrían hacer vida normal. Es una cuestión de lógica que ya se demanda masivamente. Para variar, en esta cuestión deben hacerse todos los esfuerzos y que el 'mando único' haga por fin lo que debe. Y es que hora es de que se sepa, estamos llegando al límite.
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