Cada vez veo síntomas más claros de turismofobia. Era algo impensable en el lugar que prácticamente inventó el turismo en España, y ahora es una ... amenaza real en Málaga. A ver, la gente corriente que no come, en todo o en parte, de esta industria comienza a estar harta. Y en su hartazgo se mezclan razones vinculadas con la llegada masiva de visitantes, con otras que no lo son.
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Decir que el encarecimiento desbocado de la vivienda y la ausencia de alquileres de larga temporada es todo culpa de los pisos turísticos es una falacia, pues obvia muchas otras causas, especialmente la ausencia de suelo legalmente habilitado para construir más; la llegada de residentes de otras partes de España y de Europa con un elevado poder adquisitivo y, sobre todo, la terrible inseguridad jurídica de los propietarios frente a inquilinos morosos profesionales, que para mí es la lacra mayor. Pero es cierto que el fenómeno del turismo en viviendas, al margen de los hoteles y otros alojamientos, ha reducido la oferta de pisos disponibles para los malagueños.
Del mismo modo, no es culpa de los turistas que los nativos cada vez tengamos menos sitios a los que ir, sin tener que empeñar un riñón. Pero es que la hostelería en el Centro y en los barrios más visitados (los costeros) está enfocada hacia un público con mayor poder adquisitivo en general, ya sean guiris de paso o ingenieros de Google. En todo caso, es evidente que la situación claustrofóbica y la pérdida de identidad tiene mucho que ver con una llegada masiva y desregulada.
Y todo ello está derivando en una tendencia creciente de rechazo al foráneo entre cada vez más malagueños, que los dirigentes no deberían perder de vista. Hay que empezar a hacer didáctica de lo que aporta el turismo, sí, porque es riqueza y trabajo para mucha gente. Pero también hay que hacer guiños a una ciudadanía descontenta por sentirse los daños colaterales de tanto descontrol.
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Por eso digo que la tasa turística se tiene que empezar a aplicar ya, al menos en Málaga capital y en los municipios de la Costa del Sol donde el turismo masivo impacta con una mayor virulencia en la vida de los ciudadanos. Y la cantidad que se recaude, que no será poca, tiene que ir destinada sobre todo a construir viviendas asequibles para la población local y los trabajadores que las necesitan, precisamente, para prestar servicio al turismo con unas condiciones de vida dignas.
La otra opción es, visto lo visto, la que se pretende aplicar: seguir sin hacer nada, hasta que la indignación estalle, y entonces será mucho peor. Para todos.
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