El peor año de nuestras vidas. El del secuestro civil. El del aplauso como aportación definitiva a la causa médica. Un trombo en eso tan ... bello y tan cruel que es la vida, y con queridos de menos y mentirosos de más.

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Aquí estamos porque sigue saliendo el periódico a pesar de todo, que esta casa, durante el confinamiento, redobló y se redobló para que el malagueño supiera qué pasaba, por qué pasaba. Y no todo estuvo perdido siempre que íbamos al kiosco a por Sur y aprovechábamos el sol breve del paseo. Un paraíso de cinco minutos para proclamar que aún estábamos en esta vida.

En aquellos días se oía el mar a la hora que fuese, los jabalíes de Málaga Este cantaban su canción porcina, y se les encontró hasta en la orillita retozando que el humano se hubiera refugiado en sus cuarteles de invierno. El sol, como en la novela de Antonio Soler, seguía saliendo para todos. Nos sumergimos en las lecturas (algunas, como 'Crisis', un truño considerable), y la rutina variable del día era tirarle un babuchazo a Fernando Simón o a Pedro Sánchez, según si nos cabreaba más la curva, el embuste o la operación de imagen de Moncloa cuando el televisor lo permitía.

Uno aprendió que está hecho de calle, y cuando aliviaron el confinamiento, salimos a los bares que quedaban, a La Campana, a ser lo que nunca tuvimos que dejar de ser. Alguien grabó la ciudad vacía, y quedará como testimonio de una pandemia que no puede volver a pasar. Habrá algún bandarra que estime que sí, que el confinamiento le prestó tiempo para encontrarse consigo mismo. «Miau», le diríamos, que en esto de la pandemia también ha habido no pocos heraldos del desastre y mentalidades que se solazaban en la tragedia de los otros.

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Un año y un día de aquella proclamación que nos robó la primavera, que nos hizo que el Lunes Santo fuera 'youtubero' a nuestro pesar. Sabemos que nevó en Los Reales de Estepona porque la atmósfera siguió sus ciclos. Cuando pudimos bajar a la playa, lo hicimos con un miedo que aún nos dura.

Este año no hay que desearlo ni a nuestros peores enemigos. Hay gente, el arriba firmante, que ni siquiera ha vuelto a sonreír. Y esto no es algo episódico, sino consecuencia de una época que muchos quieren estirazar a perpetuidad para tenernos más lobotomizados. No lo duden.

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Ahora queda otra Semana Santa que no será, pero está visto que el terral fuerte de primavera deja al bicho grogui entre que nos vacunamos y se van casando nuestros amores de adolescencia. Ni Málaga ni el mundo merecían esto. Urge pedir explicaciones al Altísimo, al sursumcorda, al Partido Comunista Chino o a los covachuelistas de Pedro Sánchez.

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