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El prurito por conquistar el futuro, predecirlo y regularlo, empezó por una frase infeliz que denostaba la existencia del diésel y fijaba su caducidad, precisamente en un país fabricante importante de motores de este tipo. Cuando un gobierno se permite dar este tipo de pistas, ... las consecuencias son inmediatas y la venta de vehículos que usan el gasoil como combustible bajó entre un 40 y 60% de forma automática. Después, andando el tiempo, la crisis de Ceuta, la pandemia, el retroceso económico, etc., la afición y algunos delirios han seguido camino hasta llegar a presentarnos un sorprendente documento de ciencia-ficción inspirado por Pedro Sánchez y realizado por una larga nómina de colaboradores de todo tipo -algunos de ellos auténticos guionistas- que lleva hasta 2050. A lo largo de la historia, no sólo los científicos fueron protagonistas del desarrollo, hubo también auténticos visionarios, algunos como Leonardo da Vinci realmente espectaculares y otros como como Jules Verne, Aldous Huxley, George Orwell, Asimov, más que interesantes. Como todas las predicciones, a poco que se sea curioso, acercarse a ellas tiene un gran interés, aunque sólo sea para reflexionar e intentar buscar aquellos detalles que más puedan parecerse a lo que acontece. Pero una cosa es prever problemas, trabajar para despejarlos e intentar transir por las más deseables sendas, evitando obstáculos venideros, y otra predecir hechos y aconteceres o intentar pastorear más de la cuenta. Peor aún es sacar conclusiones y pautar conductas: «Prohibir viajes cortos en avión, comprar menos ropa, comer menos carne, pagar más impuestos, más pagas públicas para jóvenes...». El paroxismo de la ambición infundada puede llegar a confundir, sobre todo a los que peor la padecen.
No, entre las funciones de un gobernante no está administrar el futuro más allá del puramente inmediato, pero pueden entenderse algunos excesos cuando reinan la tranquilidad, la estabilidad y la prosperidad, en suma, cuando las urgencias de lo cotidiano no acechan y el presente goza de los mejores equilibrios. Pero con 120 diputados en coalición con otros 35 y cortejando los votos de minorías nacionalistas e independentistas y representantes de antiguas organizaciones terroristas no se dan estas circunstancias.
A más de todo ello, aunque las apariencias nos indiquen determinadas pistas, hay que reconocer que ignoramos por dónde transcurrirá el futuro. Es como decidir si el coche eléctrico efectivamente será generalizado o si la pila de hidrógeno ganará la batalla de la competencia, hoy por hoy no se puede saber. O como teorizar sobre el uso y disponibilidad del agua potable, cuando es posible que se descubran técnicas de desalación simples y baratas que arrumben el problema para siempre, o no.
La irrupción de 'España 2050' es la prueba de que el mundo y la humanidad nunca dejarán de sorprendernos, «el mundo nos mira...», sí, siempre nos mira, pero no necesariamente por lo que creemos o quisiéramos que lo haga. Nadie conoce el futuro, tampoco en la Moncloa, pero podemos luchar por conquistarlo trabajando cada día, ocupándonos de lo que sabemos y dejando nuestras intuiciones y delirios sólo como argumento de nuestros sueños.
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