Por ahora

Sombrero de paja

Dicen que Puigdemont, finalmente, tras un breve discursito lleno de nervios en un escenario montado junto al Arco de Triunfo de Barcelona, se escabulló ataviado de un sombrero de paja. Allí, confundido entre una cincuentena de leales, más o menos uniformados al uso, desapareció entre ... las calles. No, no lo crean, no fue un plan perfecto, pues sus deseos confesos de asistir al Parlament y echar al traste con la investidura no se cumplieron, ninguno de los dos. Eso sí, se coló en España, se subió a un atril y pudo escapar. Tampoco crea nadie que todo este montaje bufo es el fruto de un pacto perfecto, aunque todos han puesto de su parte... Ya saben, que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Entre mossos que protegían de paisano 'al líder gironí' a su paso por la calle Trafalgar o por el paseo de San Juan, mossos pertrechados de uniforme de faena que asistieron pasivos al paso de la comitiva, como si no fuera con ellos o lo tuvieran todo bajo control... Mossos en la 'operación jaula', minutos después de saberse que Puigdemont ya no estaba en ninguna parte, o mossos cuyo portavoz por la tarde explicaba: «Els mossos no guanyen fet el ridícul...».

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No hubo pacto, no hubo un pacto, sino muchos. Sánchez, disuelto en los calores de agosto, junto a su íntimo colaborador Marlaska, hizo desaparecer al CNI -más de lo que ya está- y, por supuesto a la Guardia Civil y a la Policía Nacional. (Hay que tener en cuenta que los integrantes de estas instituciones suelen empeñarse en cumplir con su obligación, así que, fuera). El 'dispositivo no invasivo' convenientemente adoctrinado en su lentitud se tradujo en la «imposibilidad de seguir a Puigdemont al ponerse verde el semáforo y continuar camino su coche, de matrícula holandesa, conducido por una mujer». Ni siquiera pudo confirmarse si dentro de ese vehículo iba el sujeto o se trataba de un doble. Pasado un tiempo prudencial, la cacareada operación jaula -ya saben, controles de carreteras, medios de transporte, avenidas y calles, helicópteros y ni rastro...- fue desactivada. Al rato, quizá algo más de una hora, la jaula se puso en pie de nuevo. Casi nadie sabe por qué ni el qué. Seguramente los pocos que quisieron encontrar al prófugo no tuvieron medios y los que sí los tenían no estaban interesados. Lo importante era la investidura de Illa -el molt honorable nou president-, así que no interferirla, sacudirse la molesta presencia de Puigdemont y no verle aparecer por el Parlament, fueron objetivo conseguido.

Marlaska no ha dimitido y Sánchez calla de vacaciones, alguien debiera enviarles -anoten-, allá donde estén, sendos sombreros de paja.

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