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Un solo propósito

Un solo propósito

A la última ·

Sábado, 2 de enero 2021, 00:00

Pertenezco a esa parte de la población que odia el 1 de enero. Este año no ha sido una excepción, pese a que la Nochevieja terminó a las doce y cuarto y a que no me tomé ni una copa de vino: está en la ... naturaleza del primero del año el ser un día asqueroso, lleno de angustia, remordimientos y gelocatil. En mi caso, el patrón se repite desde que entré en la universidad, así que se puede decir que mis años empiezan el día dos. No son años nuevos, sino de kilómetro cero. Al final, y por mucho que lo adornemos, el motivo es simple: como en el fondo somos unos románticos y nos resistimos a aceptar que algo inmaculado se estrene con mal pie, hemos construido una ficción que sitúa el primero de enero en un limbo primigenio, una especie de purgatorio inanimado; y lo consolida como un ritual sanador —vaya trola—, casi satánico, emplazado fuera del tiempo y del espacio que sirve, básicamente, para verter en él todas nuestras frustraciones.

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