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Sobre gordos, AVES y futuro

jesús nieto jurado

Domingo, 24 de diciembre 2017

Recuerdo un programa de televisión, 'El año que nos dejó Perico', donde el propio Perico hacía balance de lo que fue el año que se bajó de la bicicleta. Lo emitió TVE, creo, y el protagonismo era del propio Perico y de su año contándonos ese año 0 como el principio de una nueva Era de Acuario. Sin embargo, el año que nos dejó Chiquito, quiso Chiquito de la Calzada regar su Calle Mármoles del 'gordo' de la Lotería; quizá como milagro milagrero (sic) que se van repartiendo -desde el Cielo- el propio Chiquito, el Cristo de Zamarrilla y el Cautivo.

Y es que el año que nos dejó Chiquito, en Málaga vamos recordando otros gordos, otras loterías que han ido tocando por convicción y reclamación. Ayer este periódico, con la firma de Ignacio Lillo -enciclopedia de todas las infraestructuras, pasadas y futuras-, nos recordó esta década prodigiosa con AVE, que fue aquel milagro navideño que nos libró por siempre del TALGO trotón y cochinero, aquél que bufaba de bielas y vías y anchos cuando llegábamos a Córdoba la llana. Aparte la comodidad, el AVE es esa línea férrea que conecta el Picasso con el Prado y que nos da siempre un pellizco de alegría cuando enfilamos Puertollano hacia el SUR o hacia la aventura del NORTE lluvioso, donde espera una novia con paraguas, y trenka, y acento falsamente astur.

Pero el AVE no sólo fue una lotería que hemos sabido aprovechar (Magdalena Álvarez contó en televisión su criatura, y la dicha que le producía que gente de Ciudad Real se escapase el finde, en plena crisis, a comer espetos en Huelin). En Málaga han llegado más 'gordos' y más 'aves', de la privada y de la pública. Quizá la buenaventura nos sorprenda por el clima y por ser aquí nosotros ciudad capaz de sobreponerse a esos lobbys de la cacerolada que quieren una Málaga chata sin crucero, sin turistas, sin librerías y hasta sin malagueños.

En suma, que en este día de Navidad de esta primera Navidad sin Chiquito conviene dejar el balance del año para el Día de los Inocentes; desentumecer la resaca con un paseo al medio sol que anuncia la AEMET, y repensar la ciudad. Hemos jugado algunos números y han tocado más de la mitad, lo que supone una alegría y una responsabilidad. En Cataluña hemos visto cómo en un suspiro, en una mala decisión, en un enroque de una mitad social equivocada, se puede ir el tejido productivo. De eso tenemos que ser conscientes aquí, en esta urbe del Paraíso que ha dejado por fin las esquinas de la roña, los resabios bananeros, y se ha metido en Europa como de las primeras.

Y yo, que voy teniendo estos pensamientos de Navidad, medianamente positivos, ahora que me asomo y veo un barco, un delfín alegre, una ciudad con campanillas y unas ojivas góticas en mitad de Calle Larios. También espero que tengan hoy un buen día. Con los suyos, que quizá sean -como diría Manuel Alcántara- los más nuestros. Feliz día 25.

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