El sistema electoral de EE UU
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El sistema electoral de EE UU atribuye a cada estado la regulación electoral, incluyendo la presidencial, dando lugar a un complejísimo entramado normativo (con considerables diferencias en materias como los plazos de registro, horarios para votar, el voto por correo y adelantado, las papeletas o ... los sistemas de recuento), diversidad que no había sido determinante hasta la crisis judicial-electoral en Florida en el 2000. En estas elecciones de 2020 ha estallado el sistema, ya que con tanta participación y con resultados tan ajustados, la variedad de regulaciones se torna en decisiva en el recuento y en los plazos para recibir los votos. Además, el Covid-19 ha generado cambios en la normativa electoral para facilitar el voto anticipado (con el resultado de 100 millones de votos anteriores a la cita electoral, que parece que, en gran parte, eran de votantes registrados como demócratas). Por eso, en los primeros recuentos daba la impresión de una victoria de Trump, desvanecida con la remontada de Biden cuando se llegaba al 100% del recuento, desconcierto que ha creado el ambiente propicio para que el actual presidente intente deslegitimar la previsible victorial de su rival demócrata y amenace con una lluvia de demandas ante los tribunales.
El sistema electoral de EE UU adolece de otros defectos, como la sobrerrepresentación de los estados menos poblados (que casi siempre ha favorece a los republicanos), la obligación para el ciudadano que quiera votar, de la previa inscripción en el registro electoral (alejado del automatismo de los censos electorales de nuestra legislación), el formidable pastizal que se gastan en las campañas (una vez eliminados en casi su totalidad los tímidos límites legales a las donaciones a los partidos en liza) o el Colegio Electoral, formado por 538 miembros (elegidos por los ciudadanos en los estados y que apoyarán al candidato ganador en su respectivo Estado, a excepción de Maine y Nebraska donde el apoyo se reparte de forma proporcional) y que es el que elige presidente al candidato que consiga 270 o más compromisarios. Por tanto, existe la posibilidad de que, con menos votos populares pero más compromisarios, un candidato logre la Presidencia, como recientemente ha pasado con George W. Bush (en 2000) y con Trump (en 2016). Como ciudadano del mundo, espero que el desquiciado inquilino de la Casa Blanca haga las maletas en estos días.
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