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Andrés Montero
Expresidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia
Jueves, 1 de agosto 2024, 02:00
Efectivos aéreos del Estado de Israel han dado muerte a escoltas y a Ismail Haniyeh, máximo líder político de Hamás. Fue primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina en Gaza cuando el movimiento de resistencia islámica, que así se define Hamás, ganó las elecciones legislativas ... en la Franja en 2006. Los detalles operativos están por desvelar, pero lo publicado indica que ha sido una acción quirúrgica a distancia, dirigida contra la residencia eventual de Haniyeh en la capital de Irán, Teherán, coincidiendo con la estancia en la ciudad del responsable de Hamás para asistir a los actos de toma de posesión del nuevo presidente iraní, Masud Pezeshkian.
Hamás ha reaccionado, de cara a la galería, con indignación, acusando a Israel de «traicionero», como si los israelíes hubieran sacado a su líder de la cama mientras dormía, arrastrándole junto a sus hijos para asesinarlos a todos grabándolos en vídeo, o hubieran irrumpido en un concierto pacífico al que asistiera Haniyeh junto a familiares y amigos y los hubieran degollado, mutilado, quemado y violado. Aparte la teatralización pública de Hamás con respecto a Haniyeh, lo cierto es que su muerte no es ninguna sorpresa y era esperable tarde o temprano. Haniyeh, igual que el jefe militar de Hamás, Mohamed Deif, era objetivo militar de Israel, especialmente tras ser considerados ambos los máximos responsables de la incursión sanguinaria de Hamás sobre suelo israelí el 7 de octubre de 2023.
Por tanto, no es tan relevante, a efectos de análisis, que Israel haya cumplido uno de sus fines militares declarados y perfectamente conocidos y asumidos por Hamás, sino dónde se ha producido la acción de represalia israelí y cuándo. El dónde es la capital iraní, Teherán. Israel transmite un mensaje ya sabido: es capaz de llegar al corazón de Irán y hacerlo en condiciones de seguridad local incrementada, como en las ceremonias de toma de posesión presidencial.
El cuándo es lo más significativo. Israel descabeza (simbólicamente, porque el liderazgo está distribuido y pensado para reemplazos rápidos) a Hamás en una endiablada cronología de factores. Otro ataque aéreo selectivo de Israel recién acaba de dar muerte a Fuad Shukr, comandante militar de Hezbolá en Líbano, en respuesta al ataque letal con cohetes que la milicia proiraní había perpetrado el sábado contra el asentamiento israelí de Majdal Shams en el Golán. La clave no es que se trate de sendas acometidas militares aéreas en 48 horas matando a dos máximos responsables del aparato militar iraní (Hezbolá, Hamás) que conspira para destruir Israel desde el norte y el sur, sino que se producen en un contexto de negociación crítica entre Hamás e Israel para la liberación de un grupo de rehenes del 7 de octubre.
Joe Biden desea cerrar su espinoso final de presidencia patrocinando un acuerdo de alcance para la guerra en Gaza. Y tiene un plan en marcha. Las negociaciones están, al parecer, muy avanzadas. El jefe del Mosad, la Inteligencia exterior israelí, viajó el domingo a Roma para una reunión con mediadores de EE UU, Egipto y Catar, apenas tres días después de que Netanyahu compareciera en el Congreso estadounidense para advertir de que cumplirá todos sus objetivos militares en Gaza y contra Hamás, de que no cesará en su empeño militar hasta conseguirlos.
Los mentideros opositores a Netanyahu en Israel llevan meses atribuyéndole una casi obsesiva compulsión a boicotear el plan de paz de un terminal Biden. Puede que sea un cálculo estratégico a la espera del nuevo inquilino en la Casa Blanca. Lo cierto es que Netanyahu siempre se ha mostrado decidido por la vía militar al coste que sea. No dudamos de su compromiso con las familias de los rehenes israelíes, pero el primer ministro, cuyo hermano mayor murió en acto de servicio como comandante de una unidad israelí de operaciones especiales en la que Bibi mismo sirvió de joven, es probable que sienta, en lo íntimo, que el sacrificio de israelíes es un dramático precio a pagar por la lucha contra el enemigo existencial de Israel, Irán.
Lo más intuitivo ahora es pensar en una apariencia de escalada militar con Irán. En Líbano llevan meses favoreciéndose las condiciones para una intervención armada de Israel, un frente de guerra en el norte añadido al sur, coordenadas donde está operando Irán por partida doble. Ahora un ataque en Teherán, de nuevo Irán. ¿Estará calentando Netanyahu el escenario para un apoyo de Donald Trump en un futurible bélico con Irán? Trump es un firme partidario de la línea dura contra el régimen iraní, pero aún no ha ganado la presidencia. Demasiada incertidumbre. Con todo, la pregunta más retorcida, y por tanto pertinente, sería: ¿achicharrar el escenario ahora para movilizar la expectativa de una escalada bélica conjunta israelí-estadounidense contra Irán incrementa las probabilidades de decantar voto estadounidense hacia Trump?
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