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Tras el dictamen del Consejo General del Poder Judicial, queda bien poco para la imaginación. El bosquejo de la ley de amnistía está hecho pedazos, eso sí, aún se puede seguir con el ridículo cinismo que se ha adoptado recientemente para afrontar lo que quiera ... que sea. Es imprescindible para dormir. De Koldo ni hablamos, cualquier cosa que se diga podría ser usada para abundar en las aventuras de una trama que escandaliza y, a más detalles, más asusta.
Ese náufrago, que es Sánchez, que lo aventura todo a salvar su rango, avanza en la venta de principios, instituciones y ordenamiento jurídico, para durar como un Maduro cualquiera. Ya no se pueden enumerar las cesiones, los reveses, las traiciones o los incumplimientos de palabras y promesas, no hay folios bastantes. Pero el terreno se ha embarrado y las dificultades y reveses aumentan impidiendo en buena medida esa especie de autopista sanchista para llevar a España por la senda exclusiva de su sola conveniencia. Se agotan las excusas para justificar los cambios de opinión y el redirecionamiento permanente, hay demasiados actores y hechos, pero el incontenible deseo de vivir en Moncloa o viajar a la República Dominicana es también irrefrenable. Salvarnos de la derecha y la extrema derecha apoyado en sus increíbles socios es ciertamente una extraña respuesta o basamento argumental, la democracia tiene otras pautas y razones. Cuando no sólo no se gana, sino que construir una mayoría razonable, capaz de adoptar un camino moderado, se hace imposible, lo lógico, lo debido, lo moral, es renunciar o marcharse, abandonar el proyecto imposible, no arrastrarnos a todos por el cieno y la mugre.
Aún queda, porque todavía en las filas gubernamentales no quieren afrontar la realidad y se escudan en un superficial y amontonado entusiasmo de aplausos ciegos en disciplinada conformidad con el seguimiento de un falso profeta. Hay trazada una huida hacia delante que va a ignorar razones y hechos, si la Comisión de Venecia refuta la ley de amnistía, se negará y se afirmará lo contario y si a una pregunta o cuestión no hay posible respuesta digna, se dará por no formulada. El objetivo es quedarse, el precio no importa.
Por cierto, fue en Elna, un pueblo francés apenas a diez kilómetros de la frontera española, su alcalde, Nicolás García, abrió el acto y Puigdemont habló a sus desplazados fieles. Que sí, que presumió de someter al gobierno de Sánchez a su voluntad y de seguirlo haciendo. Amnistía «contra la actuación ilegítima del Estado» y referéndum de autodeterminación. Que anunció que se presentaría a las elecciones autonómicas -aunque no las llamó así- y titubeó afirmando que será president. Que vendría de inmediato, bueno casi, que llegaría para su investidura, o no, si la hay... Que cruzará la línea fronteriza, no dijo cuándo, pero que vamos, que él es un héroe, es su vocación -frustrada-. Créanlo, no fue un espectáculo edificante, tampoco razonable ni lógico ver al socio gubernamental jactándose de humillar al propio Gobierno y su titular que ayuda a sostener. Dice Sánchez, también y a coro sus muchachos, que esto de Cataluña es por la concordia y la convivencia. Es mentira.
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