Ser o no ser, Showtime

Llorar o estar enamorados son cosas de la vida. Eso que llaman pudor hace que estas sensaciones o actos normalmente permanezcan en la intimidad de cada cual, depende del descaro, la naturalidad o hasta del cálculo impostor de quien quiere provocar determinadas reacciones de su público. Todo está inventado. Pero sí que, a veces, afrontar las consecuencias de los propios actos se hace insoportable, habría que haberlo pensado antes. También es cierto que el tiempo pone las cosas en su sitio; si se es inocente, se sale libre, si no, hay que pagar la multa. Así nos ocurre a la inmensa mayoría. La democracia es un sistema de libertades, con críticas y libre expresión, con leyes aprobadas en nombre del pueblo e instituciones que garantizan nuestros derechos y nos exigen cumplir con nuestras obligaciones. Nadie es víctima de la democracia y si a un servidor público se le piden explicaciones, debe darlas.

Hay diligencias abiertas ante una denuncia de un llamado Sindicato Manos Limpias y alguna querella contra la mujer del presidente del Consejo de Ministros, el sistema dará respuesta. Investigar al juez y a su familia no es ni adecuado ni democrático. Sea lo que sea que ocurra con la 'decisión' de Sánchez, los ciudadanos españoles no vamos a tolerar que decida dar una vuelta de tuerca a la democracia que nos lleve a degradarla, intervenirla o limitarla. En nuestras narices no vamos a consentir que se dicte la exoneración de quienes quiera que sean por ser precisamente quienes son. La solución a este extravagante pasaje de la historia no es ni será dar la instrucción judicial a los fiscales sin que antes gocen de independencia y autonomía, tampoco crear un comité de 'expertos' que intervenga la prensa libre, ni la instauración de mordazas de sospechosos colores. Si Sánchez decide irse, que se vaya, podremos soportarlo y, si se queda, tendrá que afrontar al adversario y la crítica y someterse al estado de derecho.