La primera potencia, la segunda ola, la tercera profecía, el cuarto protocolo, la quinta enmienda o la sexta dosis. Somos numerales y para explicarnos no paramos de contar. La sexta dosis es el resto no previsto de cada unidad que queda tras aplicar la vacuna de Pfizer contra la Covid-19, más allá de cinco receptores, que hace posible inocular este ansiado medicamento a una persona más con la misma cantidad y en las mismas condiciones que a los cinco primeros. Éste es el asunto que el Consejero de Sanidad de Andalucía ha puesto sobre la mesa como muestra de necesidad y primoroso rendimiento de la cantidad del preparado vacunal recibido. Algo sorprendente en este mundo tan rumboso. Ya saben que el Consejero se refirió a esta cantidad restante y convenientemente aprovechada, ahora que la entrega de las vacunas por parte de los laboratorios comprometidos se retrasa, denominándola como «un culillo» de este líquido crucial. Algunos -realmente muy aburridos- intentaron sacar punta al lenguaje para menoscabar al autor y a su gobierno, quedándose con las hojas, pero no lograron ver coronadas sus intenciones.

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La triste historia de esta pandemia -aún sin resolver- suma ahora la dificultad para cumplir con un mínimo calendario alentador de vacunación por las dificultades expuestas por las farmacéuticas que tienen que servirlas. Ante el intento de justificar el incumplimiento de lo pactado, la Comisión Europea se ha empleado a fondo en expresar su malestar y hasta anunciar medidas para evitarlo en lo posible, incluso acudiendo a la incautación de lo fabricado en el territorio de la UE. El objetivo de conseguir la llamada inmunidad de rebaño viene a situarse una vez esté vacunado al menos un 70% de la población. Al menos esto se ha contado de lo mayoritariamente aceptado por el conjunto más nutrido de investigadores y científicos especializados en esta materia y en este virus tan sorpresivo y del que carecemos del suficiente conocimiento.

A la hora de abordar la vacunación masiva, buena parte de sus protocolos ha estallado, tanto por su incumplimiento, como por sus carencias o inoportunidad, así como por la libre y particularísima interpretación de su aplicación en algún caso. El ser humano nunca deja de sorprender. Algunas dimisiones, unas esperadas y merecidas y otras claramente injustas, todas aceptadas de inmediato, han medio liquidado esta nueva vivencia, aunque otras vendrán. No deja de ser paradójico encontrarnos en tal situación que, mientras unos rechazan vacunarse -para disgusto de los gobiernos-, otros hacen ejercicios de imaginación, desahogo y hasta abuso, para conseguir ser inoculados por encima y por delante de lo que habría de corresponderles.

Y, por si no tienen ustedes bastante, no dejen de mirar de reojo -sólo de reojo- «las goticas milagrosas» de Maduro, el 'Carvativir', un extracto de tomillo sin evidencia científica de un sistema sanitario que deja mucho que desear. Entretanto, puesto que Illa ha abandonado, el Consejero Aguirre y el resto de sus colegas seguirán luchando por aprovechar la sexta dosis para lograr inmunizar al mayor número posible. Este año también será largo.

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