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Inicio de las pruebas PCR a toda la población en Cuevas del Becerro el pasado diciembre. / ÑITO SALAS
Un sentimiento de fragilidad

Un sentimiento de fragilidad

Mi año con la pandemia ·

En plena segunda ola me tocó pasar la enfermedad al mismo tiempo que el resto de mi familia. Fueron días de miedo y reflexión interior

Domingo, 31 de enero 2021, 11:58

El 3 de noviembre era martes. Ese día, sobre las dos de la tarde, en las Urgencias del Hospital Regional un médico de guardia me dio la noticia: estaba infectado por el coronavirus. Mis temores desde que esa mañana empecé a sentir escalofríos, fiebre y dolores musculares fueron confirmados por la prueba PCR. Desde ese momento ingresaba en la nómina de miles de españoles que han sufrido la enfermedad. Fue el inicio de dos semanas de miedos, de incertidumbre por la evolución de la enfermedad y de mucha reflexión personal. Aunque los síntomas fueron leves, como vulgarmente se suele decir: el susto no te lo quita nadie.

Y más cuando tu familia también pasa por la misma situación. En ese momento, mi madre se encontraba ingresada en el hospital de Ronda a consecuencia del Covid-19, mientras que tres de mis cuatro hermanos y mi cuñado también cayeron infectados en distinto grado (desde los asintomáticos a los que tuvieron síntomas leves). Al mismo tiempo, en mi pueblo, Cuevas del Becerro, empezaban a aumentar los casos que le llevarían a ser el primer municipio andaluz donde se le hizo la PCR a toda la población.

Una 'tormenta perfecta' que me llenó de inquietud no sólo por los efectos físicos de la enfermedad (tardé mes y medio en recuperar el gusto y el olfato, por ejemplo) sino por los psicológicos ligados a la preocupación por cómo lo estarían pasando mis seres queridos; mi madre aún sufre a día de hoy las consecuencias indirectas de la infección ya que le provocó un trombo en la pierna del que está recuperándose lentamente.

En ese contexto, en mi fuero interno el sentimiento imperante era el de la fragilidad que tenemos como seres humanos, a pesar de los avances y el progreso. La constatación de que la salud es un tesoro muy vulnerable y que basta un virus para que la enfermedad entre como un ciclón en tu vida y te la pueda cambiar completamente. Ahí están los ejemplos que todos conocemos y los que hoy se recogen en estas páginas de quienes han padecido el coronavirus o éste les arrebató a sus familiares.

Si tuviera que sacar una conclusión de esta experiencia vital, sería la importancia de cuidar nuestra salud, de proteger a aquellos que nos cuidan y de la necesidad de una mayor apuesta por la investigación y la ciencia como armas para luchar contra los desafíos sanitarios del futuro.

De niño siempre escuché decir a mi padre que lo importante en esta vida es tener salud. Una frase que para mí ha adquirido un mayor valor si cabe en los últimos meses. Y es que la salud es como el aire, sólo nos damos cuenta de su importancia cuando nos falta porque en ese momento somos consciente de nuestra fragilidad.

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