Atenazado por causas judiciales que le afectan directa o indirectamente, presionado en la UE y con la insistente derrota en las urnas, el horizonte se va volviendo poco a poco más oscuro. El espíritu y la materialidad de la «remontada» se le escurre entre los ... dedos y, en su derredor, las alternativas políticas del centro a la derecha -y más allá- crecen vigorosas en un movimiento reactivo generalizado. La dinámica de las fuerzas que hasta aquí han aglutinado sus votos y esfuerzo en torno a una mayoría cierta, pero sin holgura, adelgaza sin cesar. Gradualmente, primero Podemos y ahora Sumar, la oferta a la izquierda del PSOE se debilita por la realidad extractiva de éste sobre aquellos. Sánchez apenas logra mantener resultados y porcentaje, pero sus potenciales socios ya no le serán suficientes para armar una aritmética parlamentaria, ni siquiera pírrica. Aunque se quiera negar, la gran diferencia de este Partido Socialista con el de otros momentos históricos recientes está en que sus ejecutivas siempre se esforzaron por mantener el músculo ideológico y, al menos, la defensa de su ejecutoria y coherencia más allá de perder. Ahora se cambia para conservar el poder a costa de las alteraciones más inesperadas y nunca vistas. «O yo o el abismo» ... Sólo va a quedar el abismo.
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El liderazgo político inevitablemente es personal, pero cuando se es integrante de un partido cuya continuidad forma parte del compromiso formulado por todos sus componentes, apostarlo todo a uno mismo es injustificable. Eso sí, suele negarse la mayor, cuando algo así se produce, y esa mentira es tenida por inexistente como tal durante un tiempo limitado. Agotar la traslación de principios e ideas, moverse con descaro por el espacio ideológico sacrificando significados institucionales e intentar redefinir el mandato constitucional de forma utilitarista, se paga. Piénsese, por ejemplo, en esa nueva valoración moral de la malversación, cuando en palabras de los principales dirigentes socialistas, el interfecto «no se ha metido un euro en el bolsillo», como si una conducta como esa no produjese ningún beneficio personal. Ese beneficio existe, para empezar, rentándolo en votos, pero además también en más que posibles ventajas materiales personales, un tropel de oportunidades -definidas o no- que casi siempre acaban por ser contantes y sonantes. O cómo encajar la violencia legisladora de piezas ex-novo que la doctrina y unanimidad de los expertos rechazan, como la Ley de Amnistía. ¿Cómo puede tolerarse el voto telemático en la constitución de la Mesa del Parlamento catalán si estaba específicamente descalificado por el Tribunal Constitucional? ¿Cómo puede defenderse la financiación singular de Cataluña para preservar una mayoría que atornille al líder al Palacio de la Moncloa? El destino siempre nos alcanza.
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