Sr. García .
Carta del director

¿Salvar la Casa Invisible?

Este proyecto social y cultural de gestión colectiva merece una solución, pero cualquier debate o análisis se reduce de inmediato a la premisa errónea de la 'okupación' y la patada en la puerta

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 9 de enero 2022, 00:24

Me apasiona debatir sobre La Casa Invisible porque es uno de esos ejemplos, tan habituales en esta ciudad, en el que los argumentos se polarizan y se pasan por alto datos y detalles de relevancia. La gente se ha formado a priori una opinión y ... no quiere escuchar nada que la pueda poner en duda. Pienso que para comprender la situación de La Invisible es preciso, para empezar, afrontar la conversación sin prejuicios y dispuestos a realizar ese ejercicio tan complejo de ponerse en el lugar del otro.

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La Invisible es un proyecto social y cultural que se basa en la gestión colectiva y abierta y que opta por desarrollarse en la periferia del sistema como una alternativa al entramado administrativo y burocrático de la cosa pública. Es un espacio ubicado en la izquierda ideológica y en él participan ciudadanos de a pie del mundo de la enseñanza, la arquitectura o la cultura. Es decir, y ahí va la primera premisa falsa, no es un nido de 'perroflautas'.

Nació en 2007 cuando sus promotores, en un acto público, entraron en una casa del siglo XIX de titularidad pública y de 1.800 metros y la 'okuparon' en un ejercicio de desobediencia civil similar al que desde los años 50 tuvieron lugar en numerosas ciudades de Europa. A partir de ese momento se dedicaron a organizar una intensa programación de actividades sociales y culturales. Tanto fue así que en 2011 el Ayuntamiento de Málaga, la Diputación Provincial y la Junta de Andalucía, con la intermediación del Museo Reina Sofía, firmaron un protocolo de intenciones para la cesión temporal en base al interés público general del proyecto. Sin embargo, un año después no se renueva ese acuerdo y La Invisible entra en un periodo de cesión en precario hasta la fecha. Desde entonces, numerosas reuniones y también alguna manifestación de apoyo al proyecto con un respaldo significativo de personas (entre 1.500 según la Policía Nacional y 7.000 según los organizadores).

La segunda premisa errónea, y la más utilizada por los que están en contra, es que no se puede apoyar a unos 'okupas'. La realidad es que el propio Ayuntamiento de Málaga y otras administraciones absolvieron a La Invisible de ese pecado original al confirmar por escrito su interés en regularizar la cesión del inmueble. Es decir, el argumento de la 'okupación' no es válido entonces.

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A partir de este momento se entra en el terreno pantanoso de las acusaciones cruzadas de incumplimientos entre La Invisible y el Ayuntamiento de Málaga, además de algunas medias verdades, que desembocan en la citación de desalojo que hoy está activa y que puede producirse en los próximos días.

Sólo un ejercicio de empatía por todas las partes puede desembocar en una solución. El Ayuntamiento tiene razón cuando dice que si pasa alguna desgracia por el deterioro del inmueble será responsabilidad municipal, pero La Invisible también la tiene cuando propone una rehabilitación por partes del edificio que no implique el desalojo.

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La clave de todo este asunto es más sencilla que todos esos procesos administrativos. ¿Hay voluntad de solucionar el problema? Creo, y esto es una opinión muy personal, que al alcalde no le ha desagradado nunca tener en Málaga a La Invisible como ejemplo de cultura alternativa en una ciudad gobernada por el PP con un modelo museístico de éxito. Eso reforzaba su perfil de gobernante abierto y tolerante.

Aquí lo que subyace, sinceramente, es si un colectivo de ciudadanos de izquierdas puede beneficiarse de un edificio señorial público de 1.800 metros para organizar sus actividades, la mayoría de ellas con un contenido, digamos, fuera del sistema. Y creo que para contestar a esta pregunta es preciso alejarse del asunto, tomar perspectiva y superar los detalles menos importantes para centrarse en lo relevante.

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¿Puede La Invisible consolidarse como un referente cultural con el apoyo municipal? ¿Sería positivo para el modelo cultural de Málaga? ¿Puede ocurrir que en el fondo algunos no soporten que 'esos' disfruten de un edificio magnífico para sus cosas? ¿Puede La Invisible asumir una serie de compromisos sobre su modelo de gestión y funcionamiento del edificio público?

La realidad es que una ciudad cultural y democrática debe abrir espacios a este tipo de iniciativas que, a su vez, aunque renieguen del sistema, se ajusten a unas mínimas exigencias. La cultura en Málaga es mejor conLa Invisible que sin ella. Y, además, es muy sano convivir con diferentes formas de entender la cultura, la vida o la política. Y más aún si son contrarias a las nuestras.

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