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Resulta llamativo la enorme polémica que se ha montado con las declaraciones del ministro Alberto Garzón sobre la necesidad de reducir el consumo de carne, ya que lo que ha dicho Garzón no es nada nuevo y es la posición de la Organización Mundial de ... la Salud (OMS) y de la inmensa mayoría de la comunidad científica estudiosa de las materias de nutrición y Salud Pública. En concreto, los peligros vienen por las carnes rojas y procesadas, y así nuestro paisano malagueño Miguel Ángel Martínez, catedrático de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad de Navarra (que lidera la investigación sobre los beneficios de la dieta mediterránea) mantiene que en el marco de la True Health Initiative (más de 500 profesionales de la salud pública y la nutrición) existe acuerdo de que abusar de las carnes rojas y procesadas perjudica la salud. En 2015, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (dependiente de la OMS) apuntó directamente a la carne roja y procesada con el riesgo de cáncer y el Estudio Prospectivo Europeo sobre sobre Nutrición y Cáncer (EPIC) señala una relación entre la elevada ingesta de carnes rojas y procesadas con un mayor peligro de cáncer colorrectal. Es más, algunos de los medios que están vapuleando al ministro estos días han destacado desde hace años en su información temática sobre salud estos informes. Por tanto, ¿por qué este ensañamiento con Garzón? Me parece muy mal la reacción frívola del presidente del Gobierno sobre su afición al chuletón ante temas de tanta importancia para la salud pública.
Creo que un vídeo en Twitter no era el mejor medio para plantear una postura gubernamental y quizás hubiera sido mejor reunir de forma sistemática todas las abrumadoras evidencias científicas en la materia en un informe suscrito por personas de prestigio en ese campo y difundirlo de forma amplia por cauces institucionales. Es obvio que caben todos los matices, que no todas las carnes rojas serán iguales, que no se plantea eliminar, sino reducir ese consumo y que hay empleo afectado y no es lo mismo la ganadería extensiva (más sostenible) que las grandes macrogranjas. Cuando está de por medio la salud, es menester un debate sereno y con argumentos y no machacar al mensajero aunque este no haya elegido la mejor forma de plantearlo.
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