La sala de espera de urgencias
A CADA UNO LO SUYO ·
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Quien a lo largo de su vida no ha pasado nunca o poco por la sala de urgencias de un hospital tiene una gran potra, como decimos en mi tierra. Como enfermo o acompañante, ahí se va obligado por temas de salud, y dependiendo de ... la dolencia, con más o menos preocupación. Y como somos muchos y los recursos son los que son, y más con la puñetera pandemia, la cosa de la espera se complica. Te pasas todo el rato mirando la pantalla, pensando si se habrán equivocado en admisión y se han olvidado de uno, si esa persona que han llamado antes lleva menos tiempo que tú en la sala, sin recapacitar en que puede que lleve esperando fuera o en otra sala desde hace mucho tiempo. El tiempo se hace eterno. Y te das cuenta lo vulnerable que somos, de cristal. Cada persona que comparte ese día, ese espacio, esa inquietud por salir de ahí lo antes posible y con un parte médico que diga que la cosa no es grave, es única e irrepetible. Y es una oportunidad para la empatía, la compasión por el dolor ajeno, la solidaridad para mantener esa posibilidad organizativa de la sanidad pública. Te encuentras de todo, la señora sola que ve que acumula dolores y silencios, el que no deja perder una oportunidad para iniciar un debate, y compartirlo de oficio sobre lo que sea, aunque los argumentos no sean su fuerte, el chico joven con su traje de faena que aprovecha la espera para hablar de sus problemas laborales con una colega que le acompaña, en fin la tipología, saben ustedes que se podría agrandar sin límites. Y como hay tiempo, una forma de salir de lo tuyo, es pensar en sus vidas, ese equilibrio entre alegrías y desgracias, que a veces tanto se desequilibra por motivos del azar, la salud y de las injusticias y maldades, privadas o colectivas.
Si la cosa no es tan grave, cuando todo pasa, se resuelve la situación o simplemente la asumimos, se nos llena la boca con frases del estilo «esto me ha hecho consciente de lo que es importante en la vida». Y mejor si el viernes un joven médico del Clínico de Málaga te salva un ojo, sin perder un gramo de profesionalidad y humanidad a pesar de la tarde acumulada de trabajo y lo que le quedaba. Mil gracias.
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